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184 oraciones y frases con yo

Las oraciones con yo que te presentamos a continuación te ayudarán a entender cómo debes usar yo en una frase. Se trata de ejemplos con yo gramaticalmente correctos que fueron redactados por expertos. Para saber cómo usar yo en una frase, lee los ejemplos que te sugerimos e intenta crear una oración.
  • ¡Ay, si yo bajo el brillo del sol en su ayuda viniese con el brío con que un tiempo en los campos de Ilión deshacía, socorriendo a los dánaos, la flor de las huestes contrarias!».

  • ¿No podría yo gastar mi vida entera en la misión de anunciar al mundo la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio?

  • ¿Quién digo yo que eres tú, Señor?

  • ¿Quién soy yo?

  • “Esa mujer era mi madre y yo era el niño”.

  • «[…] examinando con atención lo que era y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar en que me encontrase, pero que no por esto podía fingir que yo no fuese, y que al contrario, por lo mismo que pensaba en dudar de la verdad de las demás cosas se seguía muy evidente y ciertamente que yo era; mientras que si solo hubiese dejado de pensar, aunque fuera verdadero todo el resto de lo que (alguna vez) hubiera imaginado, no tenía ninguna razón para creer que yo hubiese existido; conocí por esto que yo era una sustancia cuya esencia íntegra o naturaleza solo consiste en pensar y que para ser no necesita ningún lugar ni depender de ninguna cosa material».

  • «Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, no habrá penas, ni pruebas, y mi vida, toda llena de ti, será plena» (san Agustín, .

  • «Cuenta la madre Teresa que una señora hindú fue a verla y le dijo: “Madre, yo quisiera tomar parte en su trabajo”.

  • «Es cierto que ellos sufren un empobrecimiento progresivo debido al abandono y la injusticia social en que se encuentran… Y, sin embargo, ¿quién soy yo para juzgar su pobreza?

  • «La vida y la muerte me parecían fronteras imaginarias que yo rompería el primero, con el fin de desparramar después un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo.

  • «Si me sucediera un día ser víctima del terrorismo, […] yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recuerden que mi vida estaba entregada a Dios y a este país.

  • «Yo bendigo todos los días la salida del sol, mi corazón le canta un himno como antes, pero prefiero su puesta de rayos oblicuos, evocadora de dulces y tiernos recuerdos, de queridas imágenes de vida, larga vida bendita, y dominándolo todo, la verdad divina que calma, reconcilia y absuelve.

  • «Yo no soy una persona menos digna por ser trabajador; al contrario, esta es mi dignidad.

  • «Yo pienso» («Cogito»), a fi rma Descartes, es una primera idea clara y distinta, que mani fi esta la existencia del pensamiento.

  • «Yo», dice él, «porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra santa fe con amor que no por fuerza, les di a algunos dellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla.

  • A este interrogante respondió que lo único que podemos saber con seguridad es que el yo tiene que consistir en pensamiento y que, por consiguiente, es una cosa o sustancia que piensa.

  • A la mayor parte de los viajeros les sucede, por desgracia, que se ven obligados a marchar cuando descubren lo más interesante de una localidad; pero yo quizá deba agradecer el haber obtenido materiales en cantidad suficiente para establecer este notabilísimo fenómeno de la distribución de los seres orgánicos.

  • Además, la tesis de que, mediante la luz divina, el hombre tiene acceso en su interior a las verdades inmutables, suscitó en fi lósofos posteriores el establecimiento de un nuevo punto de partida del pensar: el yo frente a la «inseguridad» de la realidad exterior.

  • Al tratar sobre la existencia real de esas tres ideas, Descartes aseguró que son cosas o sustancias : yo soy una sustancia que piensa, Dios es una sustancia in fi nita y perfecta, y el mundo de los cuerpos es una sustancia extensa.

  • Alcanos ramificados.La adolescencia Dada tu edad, es normal que aparezcan comportamientos propios de la adolescencia, los cuales te pueden originar más de un conflicto: • Afirmación del yo, que puede comportar una tendencia hacia la soledad, un gusto por la extravagancia en el vestir, en el comportamiento, en la manera de hablar, una identificación con el grupo, etc. • Rebelión contra el sistema de valores de los adultos, como si todo fuera contra la riqueza del yo que acabas de descubrir, todo atenta contra la independencia que estás estrenando.

  • Algo similar ocurre con el ver y la vista: si yo puedo ejercitar la operación de ver es porque tengo antes una facultad (la vista), aunque no la utilice.

  • Alguien puede a fi rmar: «Ten un comportamiento veraz y no mientas, si quieres llevar una vida tranquila», pero otra persona puede responder: «Yo no quiero llevar ese tipo de vida»; luego ese imperativo carecería de validez para él.

  • Así pues, pensar consiste precisamente en descubrir cosas que no se identi fi can conmigo —distintas de mí—, de manera que me doy cuenta de que yo soy distinto de ellas.

  • Así, Descartes llegó a a fi rmar que el yo puede existir sin el mundo.

  • Aun en el caso de que todos mis pensamientos fueran erróneos, no cabe dudar de que exista un yo que formula esos pensamientos.

  • Bendice con la mano derecha y con la izquierda muestra el Libro de la Vida, en el que se lee «Ego sum lux mundi» (Yo soy la luz del mundo); las letras alfa y omega aluden a que es el principio y el fin de todas las cosas.

  • Busca liberarse de los valores establecidos para eliminar el «tú debes» y sustituirlo por el «yo quiero».

  • Circunstancia: la otra mitad de mi yo, es decir, todo lo que rodea mi vida: el mundo físico, el mundo social, el pasado o la historia, el cuerpo, la psique, etcétera.

  • Cogito (Yo pienso): primera evidencia o certeza que supera cualquier posible motivo de duda.

  • Como consecuencia, se puede a fi rmar que, según el autor ginebrino, el contrato social produce un cuerpo moral y colectivo con vida propia, un yo común, independiente de cada una de sus partes.

  • Como sentenció Descartes con su locución «pienso, luego existo», solo puedo conocer con certeza que hay un yo, un pensamiento que piensa.

  • Con ella expresaba grá fi camente que, además de la inseparable unidad del yo y la circunstancia, el yo debe tratar de comprenderla y darle sentido: si entiendo mi circunstancia, me entiendo a mí.

  • Concluí el foro Julio y la Basílica entre el templo de los Cástores y el templo de Saturno, obras comenzadas y casi acabadas por mi padre, y cuando esta fue destruida por un incendio comencé a reconstruirla en una superficie más ancha dedicándola a mis hijos y ordené que, si no la acababa estando yo aún vivo, fuera concluida por mis herederos.

  • Consideró que hay tres ideas trascendentales, que se corresponden con los objetos de la metafísica racionalista: yo, mundo y Dios.

  • Cuando contemplo las estrellas, compruebo que existen dos cosas unidas la una a la otra: yo, que veo las estrellas, y las estrellas vistas por mí.

  • Cuando una persona mira en su interior, la primera pregunta que formula es: «¿Quién soy yo?».

  • De algún modo, desde que tenemos uso de razón, cada uno de nosotros experimenta esa riqueza interior del propio yo y del de los demás.

  • De esta experiencia se deduce la distinción entre el yo psicológico y el yo real (ontológico).

  • De manera que solo quedaba que hubiese sido puesta en mí por una naturaleza que fuera verdaderamente más perfecta de lo que yo lo era e incluso que tuviese en sí todas las perfecciones de que yo pudiera tener alguna idea, es decir, para explicarme con una palabra, que fuera Dios».

  • Descartes imaginó el «yo pienso» como una idea evidente que se correspondía con una sustancia permanente.

  • Después de Italia, y si exceptuamos las fabulosas maravillas de la India, yo por descontado situaría inmediatamente a Hispania, toda la zona que orilla el mar; aunque sea árida en parte, allí donde produce es fecunda en cereales, en aceite, en vino, en caballos y en metales de todo tipo.

  • Ejemplos de la importancia del contexto para el significado de los términos son expresiones análogas como yo me lavo las manos o no seas Judas .

  • El jardín de casa era un país encantado, un bosque de flores transitado por criaturas que yo jamás había visto.

  • El hombre y la gente En sentido radical y primario, la vida humana, para Ortega, es siempre individual; es, por esencia, mi vida, mi yo con las cosas.

  • El idealismo, por el contrario —continúa Ortega—, sostiene que las cosas, independientes de mí, me son ajenas y desconocidas; no sé nada de ellas, ni siquiera sé si existen, pues las cosas son para mí o en mí, son ideas mías; la mesa o la pared no son algo en sí, sino algo que yo percibo.

  • El pensamiento y la filosofía El pensamiento La razón vital se expresa en el pensamiento, actividad con la que tratamos de entender la circunstancia y el yo.

  • El relato narra las impresiones de Samsa: aunque ha cambiado de aspecto, sigue siendo el mismo yo, que asiste asombrado a su transformación.

  • El resultado fi nal de la Crítica de la razón pura fue el establecimiento de los límites del conocimiento en su uso teórico, para hacer posible la investigación de su uso práctico, donde reaparecerían algunas ideas metafísicas (yo y Dios) como condición de posibilidad del obrar moral.

  • El ser humano no es un yo que esté fuera del espacio y del tiempo, pues quien ejerce la libertad es la persona concreta: todo hombre nace en un lugar, en una época y en un ambiente social.

  • El ser humano sabe que es aquí y ahora de una manera determinada: pertenece a la especie Homo sapiens; además, ha nacido en tal época y clase social, etc. Pero también sabe que es un yo, alguien que no había existido con anterioridad y que, en consecuencia, aporta algo nuevo al mundo.

  • El ser perfecto, Dios, no permitiría que ese genio me engañase ni que yo confundiera mis ideas con imaginaciones o sueños.

  • El yo psicológico es el yo del que soy consciente.

  • El yo trascendental kantiano se convierte en un yo absoluto y creador.

  • El yo y las cosas extensas son sustancias, porque no necesitan ninguna otra cosa, a excepción de Dios.

  • Eliminados el yo y las cosas, solo nos queda como realidad primaria y verdadera la coexistencia del yo con las cosas, del yo con el mundo que no soy yo.

  • En efecto, aun cuando todo sucede según esta razón [logos], parecen inexpertos al experimentar con palabras y acciones tales como las que yo describo cuando distingo cada cosa según su naturaleza y muestro cómo es; pero a los demás hombres les pasan inadvertidas cuantas cosas hacen despiertos, del mismo modo que les pasan inadvertidas, cuantas hacen mientras duermen».

  • En Antígona, el coro declama: «No hay vida de hombre que, mientras dure, me atreva yo a ensalzar ni a condenar.

  • En consecuencia, para el idealismo, la auténtica realidad es el yo o el pensamiento, independiente de las cosas, mientras que las cosas son dependientes o derivadas del yo que piensa.

  • En efecto, tras llevar a cabo las sucesivas reducciones, Husserl encontró la base del conocimiento en el yo puro o ego trascendental, que designa la estructura invariable y presente en todo acto de conciencia; en de fi nitiva, el fundamento de toda vivencia y de todo conocimiento.

  • En su lugar, la sustituye por una abstracción del yo y de las cosas.

  • Entonces depondré todos mis derechos, y colocaré vuestra gloriosa corona en las sienes de otro Yo mismo, asegurándoos al mismo tiempo una constitución que concilie la santa y saludable autoridad del Soberano con las libertades y los privilegios del pueblo.

  • Es decir, acepto que matar está mal porque yo no quiero que me maten, porque todos nos hemos puesto de acuerdo en determinar tal cosa o porque la policía persigue a quien lo hace, pero no porque, de por sí, sea malo.

  • Es imposible que la causa de mi existencia sea algo material, puesto que yo soy pensamiento o espíritu, y de lo material no puede nacer algo inmaterial, ya que de lo inferior no puede surgir lo superior.

  • Es un problema el de Marruecos, que nosotros no podemos dignamente abandonar; esto sería una insensatez, y yo espero que el buen sentido se impondrá en todos, y los que se declaran enemigos de la intervención militar, comprenderán, que con su conducta más bien perjudican que favorecen a la nación.

  • Escribe un diálogo que empiece con esta frase: «Yo nunca dejo que me cuenten chistes racistas o machistas.

  • Esta separación está basada en las diferencias de punto de ebullición de un grupo de componentes o «fracción» que forma el petróleo.Se trata de unas maneras de ser, de una especial (…) del propio yo que se caracteriza por ser una realidad (…) nunca acabada.

  • Esta conservación de las diferencias y variaciones favorables de los individuos y la destrucción de las que son perjudiciales es lo que yo he llamado selección natural.

  • Esta dependerá, por ejemplo, de la edad que se tenga (el embrión y el recién nacido no saben todavía de sí mismos como un yo), o del estado de salud o enfermedad (una persona con la enfermedad de Alzheimer, por ejemplo, no ejercita un yo psicológico).

  • Este contacto entre los hombres produce, en primer término, las relaciones interindividuales, en las que los otros son circunstancia para mí y yo soy circunstancia para los otros.

  • Estoy segura de que si él hubiera estado allí, yo no estaría aquí hoy».

  • Examinemos el siguiente ejemplo: Yo nunca miento.

  • Fuiste, pues, Catilina, aquella noche a casa de Leca, repartiste Italia entre tus cómplices, determinaste adónde había de ir cada cual de ellos, elegiste los que habían de quedar en Roma y los que llevarías contigo, señalaste los parajes de la ciudad que habían de ser incendiados, aseguraste que partirías pronto, dijiste que si demorabas algo tu salida era porque aún vivía yo.

  • Hasta entonces, el planteamiento dominante era el del yo real.

  • Hume rechazó por completo las ideas de la metafísica racionalista: yo, Dios y mundo.

  • Imaginamos que existe una causa oculta que las sustenta y uni fi ca en el tiempo, a la cual llamamos alma o yo.

  • Kant señaló tres ideas trascendentales: yo, mundo y Dios.

  • La altura de los árboles y el grosor de sus troncos excedía todo lo que yo, criado en las ciudades, hubiese podido imaginar; se disparaban hacia arriba como columnas magníficas hasta que allá, a enorme distancia sobre nuestras cabezas, podíamos distinguir borrosamente el lugar donde se abrían sus ramas laterales que se enlazaban para constituir una enorme cúpula de verdor, atravesada únicamente por un ocasional rayo de sol que trazaba una fina y deslumbrante línea de luz que bajaba por entre la majestuosa oscuridad.

  • La coexistencia dinámica del yo con el mundo constituye la vida como realidad radical.

  • La Danza de la Muerte [La Muerte invita a bailar al obispo, que dice lo siguiente:] Mis manos aprieto, de mis ojos lloro, porque soy venido a tanta tristura ; yo era abastado de plata y de oro, de nobles palacios e mucha holgura: ahora la muerte con su mano dura tráeme en su danza medrosa sobejo [...] [La Muerte se dirige al rey y le dice:] Rey fuerte, tirano, que siempre robastes todo vuestro reino e fenchistes el arca, de hacer justicia muy poco curastes, según es notorio por vuestra comarca: venid para mí, que yo soy monarca que prenderé a vos e a otro más alto [...].

  • La idea de alma o yo trata de sintetizar y fundamentar los procesos psíquicos y las vivencias.

  • La idea del «yo pienso», a fi rmó, mani fi esta mi imperfección y fi nitud, puesto que en ella advierto mis dudas y carencias.

  • La madre le aconsejó: “Yo empezaría por el sari.

  • La perspectiva racionalista se centraba en el sujeto cognoscente —el yo pienso—, con el consiguiente olvido del objeto y la realidad.

  • La primera certeza: la existencia del yo Llegados a este punto, el fi lósofo cayó en la cuenta de que, cuando se duda de todo, surge una verdad de la que es imposible dudar: la existencia de un yo que duda.

  • La propia singularidad —mi propio ser alguien distinto de los otros— pasa a primer plano («yo soy “…”; no soy Marta, Javier ni Sonia»).

  • La verdad primera e indudable ya no es el «yo pienso, luego existo» cartesiano, sino «yo vivo, luego pienso», que clarifi ca la realidad auténtica y primaria como la vida que engloba a ambos.

  • La vida y sus atributos La célebre a fi rmación de Ortega, «yo soy yo y mi circunstancia», es una descripción certera de la vida como realidad radical.

  • La vida, por consiguiente, se presenta como la relación entre un yo y un tú: es la respuesta a un Dios personal desde la intimidad única de cada ser humano.

  • Las ideas universales —las ideas de la metafísica racionalista: yo, Dios y mundo— serían ideas complejas que tienen su origen en la abstracción, entendida en el sentido ockhamiano, no en el aristotélico o tomista.

  • Las limitaciones de nuestro conocimiento impedirían aceptar racionalmente la existencia de un mundo exterior distinto de nuestras percepciones o de un yo pensante que fuera el sujeto de estas.

  • Le asaltan entonces las preguntas más profundas: «¿quién soy yo?», «¿para qué vivo?», «¿qué sentido tiene todo esto?».

  • Le contestó: «Voy yo a curarlo».

  • Lo importante es que yo elijo, no que lo que yo elijo es lo mejor.

  • Los estoy viendo yo, el cónsul, y les pido su parecer sobre los negocios públicos, y cuando conviniera acabar con ellos a estocadas, ni aun con las palabras se les ofende.

  • Manifiesto de Sandhurst Por virtud de la espontánea y solemne abdicación de mi augusta madre, tan generosa como infortunada, soy único representante yo del derecho monárquico en España.

  • Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional [...].

  • Mi mano, mi cara… son también yo.

  • Mundo: aquello que no soy yo, pero que, a la vez, es inseparable del yo.

  • Ni ha existido ni existirá, en la historia del universo, alguien con tu mismo yo, que vea el mundo como tú.

  • Nirvana: estado de vacío total respecto a los deseos de cualquier realidad exterior o interior, de tal indiferencia que hasta la presencia del yo (fuente de cualquier deseo) desaparece.

  • No es que yo exista porque piense, sino que estoy seguro de que existo en la medida en que pienso; eso es así, aunque todos mis pensamientos sean falsos.

  • No hay que esperar que decida yo nada de plano y arbitrariamente; sin Cortes no resolvieron los negocios arduos los Príncipes españoles allá en los antiguos tiempos de la Monarquía, y esta justísima regla de conducta no he de olvidarla yo en mi condición presente, y cuando todos los españoles están ya habituados a los procedimientos parlamentarios.

  • No niego que me pareces muy rico y que eres rey de muchos hombres, pero lo que preguntas yo no te lo responderé antes de saber que has terminado tu vida con felicidad.

  • No sabemos si el yo es algo real; lo único que sabemos es que es el sujeto de nuestros juicios —el yo trascendental—, pero la razón nos hace pensar que hay un yo sustancial que sustenta todas nuestras experiencias internas.

  • No son mis ojos los que ven, sino yo el que veo por medio de mis ojos y, por tanto, también con mis ideas, conceptualizaciones y valoraciones.

  • Ortega escribió: «yo soy yo y mi circunstancia», pero la frase continúa: «y si no la salvo a ella, no me salvo yo».

  • Para conseguirlo, hace falta separar claramente el problema del resto de factores personales y ser objetivo, esto es, ignorar si personalmente alguien me cae bien o mal, si es mayor o más pequeño que yo, si es chico o chica, o cualquier otro factor de este tipo.

  • Para superarla y liberarse, Schopenhauer creía que es necesario que el hombre renuncie a las ilusiones creadas por su yo y los fenómenos, liberación conlleva tres etapas: la artística, que ayuda al yo a liberarse de los fenómenos; la ética, que exige al hombre tomar conciencia del dolor de los demás y unirse a él a través de la compasión; y el camino luntad vital.

  • Pero yo os digo: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

  • Pero apenas hemos dicho esto nos percatamos de que denominar “coexistencia” al modo de existir yo con el mundo, a esa realidad primaria, a la vez unitaria y doble, a ese magnífico hecho de esencial dualidad, es cometer una incorrección.

  • Pero como quiera que sea, yo presumo que hallaremos que la superficie de la meseta forma un declive hacia el interior, con un considerable depósito de agua en el centro, que debe de desaguar por algún canal subterráneo en los pantanos de la Ciénaga de las Jaracacas.

  • Pero ese yo psicológico existe en la medida en que previamente soy ya un yo real.

  • Pero los vi caer por la lanza de los griegos y me corté estos cabellos ante sus tumbas y a Príamo que los engendró lo lloré por no haberlo escuchado de boca de otros, sino porque yo misma con estos ojos míos vi cómo lo degollaban sobre el fuego del hogar, y cómo destruían la ciudad.

  • Pero tampoco es el yo —como a fi rma el idealismo—, pues yo no me encuentro nunca solo, sino siempre con las cosas, relacionado con ellas.

  • Pero yo afirmo que, en tal caso, una acción como esa, por muy conforme al deber, por muy amable que sea, no tiene sin embargo verdadero valor moral, sino que corre pareja con otras inclinaciones, por ejemplo, con la inclinación a la honra, la cual, cuando afortunadamente da en lo que en realidad es de común utilidad y conforme al deber, y por tanto digno de honra, merece alabanza y aliento, pero no alta estima, pues le falta a la máxima el contenido moral, a saber, hacer esas acciones no por inclinación, sino por deber».

  • Pero, precisamente, la conciencia de esta limitación manifiesta que nuestra corporalidad no es un peso en sí misma, sino todo lo contrario: es algo que nos permite realizar y manifestar el yo que somos: bailando, escalando una montaña, pintando, hablando, abrazando, etc. El cuerpo no es una cárcel —como pensaba Platón—, pues nos permite relacionarnos e interactuar con el mundo y con los demás…, es decir, ser nosotros mismos.

  • Pido a Dios que también como yo lo sientan y lo cumplan todos los españoles.

  • Podría dudar de la existencia del mundo que me rodea, pero es incuestionable que existe un yo que piensa y que duda sobre ese mundo; Descartes lo expresó con su famoso «pienso, luego existo».

  • Por el yo psicológico conozco mi identidad personal y puedo reflexionar sobre ella (como le sucede a Samsa).

  • Por eso yo pre sentido que adquiere cuando de alguien se dice la moral no es una performance suplementaria y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre Reflexiona sobre este texto y contesta a las Lee el siguiente texto y responde.

  • Por eso, hay muchas personas que se llaman cristianas y que no tienen una experiencia real de lo que significa «yo creo», porque no han sido capaces de dar un salto que las conduzca al trato y abandono en Dios, que es su Padre.

  • Por eso, la vida es realidad radical, porque en ella radican o arraigan todas las demás realidades; el yo y las cosas son algo radicado o enraizado en la vida.

  • Por exclusión, solo puede ser una idea innata, puesta en mi mente por una realidad más perfecta que yo y dotada de la máxima perfección, es decir, por Dios mismo.

  • Por otro lado, yo tampoco puedo ser causa de mi existencia, porque, si yo me hubiera dado el ser a mí mismo, me hubiera hecho perfecto e inmortal, ya que quien puede dar el ser, también ha de ser capaz de darse a sí mismo todas las perfecciones.

  • Porque no es el mundo por sí junto a mí, y yo por mi lado aquí junto a él, sino que el mundo es lo que está siendo para mí, en dinámico ser frente y contra mí, y yo soy el que actúo sobre él, el que lo mira y lo sueña y lo sufre y lo ama o lo detesta.

  • Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».

  • Preguntarnos «¿quién soy yo?

  • Pues yo me lo paso la mar de bien escuchando lo que dice mi periquito –dice Lorena.

  • Saqué adelante a mis hijas por la categoría escogida de sus prometidos, pero habiéndolas criado para otros me las han arrancado de las manos; no hay esperanza en ellas que me vean ni yo misma las veré ya jamás.

  • Se ha hecho célebre su frase: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional».

  • Se relaciona con la decisión de la voluntad, pues necesita un asentimiento del sujeto (soy yo quien supone que el conductor tiene carné de conducir; soy yo quien confía en Dios).

  • Según Descartes, solo Dios hace posible que el «yo pienso» abandone su soledad.

  • Si la dignidad de la persona es absoluta, primordial o fundamental, resulta necesario que esta radique en nuestro yo real, no en el yo psicológico o autoconciencia.

  • Si yo busco sólo mi interés, sin importarme si perjudico al conjunto o no, no estoy actuando de acuerdo con mi condición de persona con una dimensión social.

  • Si yo soy consciente de mi yo, se debe a que en mi ser ya hay un yo, antes de que lo sepa, y por eso puedo llegar a conocerlo.

  • Signi fi ca que mi vida, mi realidad, me incluye a mí y a todo lo que no soy yo, es decir, todo lo que me rodea: el mundo físico, el mundo social, el pasado o la historia, el cuerpo, la psique, etc. Mi vida concreta no es una simple suma del yo y las cosas, sino que consiste en la inseparable unidad de ambos.

  • Siguiendo con el ejemplo del actor antiguo, los seres humanos podemos dejar de lado nuestro yo, nuestras preocupaciones, nuestros intereses y problemas, para asumir libremente la personalidad —el yo— del personaje que «interpretamos», es decir, la persona que queremos llegar a ser.

  • Siguiendo las reglas del método, Descartes llegó a la conclusión de que hay tres ideas claras y distintas que podemos aceptar con certeza: idea de yo, de Dios y de mundo.

  • Sin hacerse esperar replicándome dijo: «No pretendas, Ulises preclaro, buscarme consuelos de la muerte, que yo más querría ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal y de corta despensa que reinas sobre todos los muertos que allá fenecieron.

  • Sin duda —pensó Ortega—, el idealismo tiene razón al señalar que no se puede a fi rmar, como hace el realismo, la existencia de las cosas con independencia de mi pensamiento: solo yo puedo saber de ellas en tanto en cuanto las pienso.

  • Sin embargo, a fi rmó que el yo y el mundo pueden denominarse sustancias porque, a excepción de Dios, para existir no necesitan ninguna otra cosa distinta de ellas mismas.

  • Sin embargo, no se puede ocultar el hecho de que acaba sustituyendo al Ser Supremo por el propio yo o por otros ídolos.

  • Sin embargo, puesto que las proposiciones son sinónimas, el argumento no aporta ninguna evidencia de que yo diga siempre la verdad, al margen de la suposición de que siempre digo la verdad.

  • Sostuvo que la primera idea clara y distinta era la idea de sustancia, porque es más general que la idea de yo.

  • Spinoza trató de llevar las ideas cartesianas a sus últimas consecuencias, para lo cual modificó el «yo pienso» de dos maneras: Pre fi rió decir «el hombre piensa», por considerar que era una formulación más universal.

  • Su función es va-lorar las diversas actitudes y argumentos de los personajes, y preguntarse: ¿cómo actua-ría yo en esa situación si fuese cada uno de los personajes? para comentarla después.

  • Surge entonces el vivir como dato radical: mi vida, la vida humana, se presenta desde el primer momento como una interdependencia entre el yo y el mundo.

  • Tampoco era posible probarla a partir de la idea del yo, ya que esta carece de materialidad y extensión.

  • Tened suma esperanza y confianza en las circunstancias actuales; pues Yo quiero que mi memoria llegue hasta vuestros últimos nietos, y que exclamen: Es el regenerador de nuestra patria.

  • Todo el mundo entiende el significado de frases como «Hay que tener mucha fuerza para levantar esto» o «Aquella persona tiene más fuerza que yo».

  • Tras descubrir la existencia del «yo pienso» como primera verdad indudable, fi el a su método, Descartes parte de esta primera certeza para demostrar la existencia de la realidad exterior a la mente.

  • Un Rey puede equivocarse y sin duda erré yo alguna vez, pero sé bien que nuestra Patria se mostró siempre generosa ante las culpas sin malicia.

  • Una vez alcanzada la certeza absoluta del «yo pienso», Descartes se preguntó «¿quién soy yo?».

  • Unidad del yo con las cosas El realismo, según Ortega, daba por supuesto que la verdadera realidad son las cosas mismas, con independencia del yo que las conoce.

  • Vida: realidad radical, unidad dinámica del yo con las cosas; es previa a toda reflexión.

  • Vuestros Príncipes me han cedido todos sus derechos a la corona de las Españas: Yo no quiero reinar en vuestras provincias; pero quiero adquirir derechos eternos al amor y al reconocimiento de vuestra posteridad.

  • Y finalmente, el súmmum de mis terribles males: llegaré yo, una vieja, a Grecia como una esclava.

  • Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vi que algunos dellos traían un pedazuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz.

  • Y creo que eso no es motivo suficiente para que man (Escándalo, gritos) ¡Ahogad mis palabras con vuestro vocerío! Tenemos la razón yo y algunos otros.

  • Y estas palabras que yo te ordeno hoy estarán sobre tu corazón.

  • Y no acaba nunca de poseerlo porque en su búsqueda llega a las regiones extremas de la realidad, allí donde se alzan las preguntas últimas: «¿quién soy yo?», «¿qué sentido tiene la vida?».

  • Y porque los reyes son obligados en cuanto en sí fuere a quitar los impedimentos temporales que estorban la salvación de sus súbditos [se solicita la constitución de una junta de teólogos y juristas de todos los Consejos, para que] se vean y examinen las conclusiones que yo tengo aparejadas para ello.

  • Y si muero antes de tiempo, yo pienso que es un beneficio, y a quien, como yo, vive entre infortunios, ¿por qué no le habría de resultar un beneficio la muerte?

  • Y si todo el mundo actúa de la misma manera que yo, el conjunto de la sociedad se resentirá de ello y también acabaré perjudicándome: el bien de muchos es mejor que el bien de uno solo.

  • Y yo callaba.

  • Yo creo que si Cuba es poco para independiente, es más que lo bastante para provincia española, y que no venga esa serie de malos empleados todos de la Península, que se dé participación a los hijos del país, que los destinos sean estables.

  • Yo pretendía reformar el Estado de manera que hubiese un do ut des .

  • Yo actúo sobre el mundo y el mundo actúa sobre mí.

  • Yo entiendo –decía–que esto nace de falta de consideración y poco estudio en conocer cuál es la mejor y más verdadera piedad; y si no, ¿quién podrá decir con razón que, entre los bienes que dimanan de ella, no se ha de preferir siempre el que se extiende a cuantos hombres hay y de todas clases?

  • Yo estaba sentado al lado del obispo luterano Hanselmann.

  • Yo establezco el límite de la vida del hombre en los setenta años.

  • Yo les conté la historia de Liberia, de la guerrilla, de mi orfandad, de Juan…».

  • Yo mismo quiero saber vuestros deseos y vuestras necesidades.

  • Yo necesitaba recordar que no es un cuento, sino que fue un hecho.

  • Yo no fui ateo; ateo no es casi nadie, es una excusa demasiado sencilla.

  • Yo no he visto morir con temor a nadie que haya sido testigo del amor de Dios.

  • Yo no me considero nada, pero sí creo que lucho por ser coherente —que no es fácil— y responsable.

  • Yo no puedo [...

  • Yo placiendo a Nuestro Señor levaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestras Altezas para que deprendan hablar.

  • Yo preferiría tres veces resistir con el escudo antes que tener hijos una sola vez.

  • Yo puro / ego trascendental: estructura última imprescindible para que sea posible el acto de conciencia; es el fundamento de las vivencias y la base última de todo conocimiento, al que se llega tras realizar todos los niveles de la reducción fenomenológica.

  • Yo soy mi cuerpo.

  • Yo veía que la «reprobación» iba a desplazar hacia otros partidos no situados en el punto de mira del alto mando, muchos de los votos que podían haber venido al PCE en las elecciones ya próximas.

  • Yo, por el contrario, soy un producto acabado.