El judaísmo defiende la fidelidad a un Dios único, Yahvé.
Los judíos defienden la fidelidad del Dios único, Yahvé, quien se comprometió con ellos en la Alianza con Abraham, Isaac y Moisés.
Según los cristianos, el judío es el pueblo elegido y Jesucristo —como la Virgen, era judío— es el Mesías que ha dado cumplimiento a la promesa que Yahvé (Dios) hizo a Adán y Eva, y renovó en Abraham.
Si se piensa en la indiferencia del absoluto de Aristóteles, en lo impersonal de las deidades orientales, en lo temible que puede ser Yahvé o en lo trascendente (lejano) que resulta Alá, parece asombrosa la existencia de un Dios que se presenta como amor.
Su relación con Yahvé subraya la santidad del Dios único, pero desconocen la riqueza de la Trinidad y no han alcanzado el nivel de confianza que enseña Jesucristo, quien aconseja tratar a Dios como Padre nuestro, con la confianza de un hijo que tiene a su Padre junto a él.
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