¡Estad atentos y vigilantes! «A vosotros, jóvenes, os encomiendo en modo particular la tarea de volver a poner en el centro de la cultura humana la solidaridad.
¿De qué se queja? ¡Oh dioses inmortales! ¡Entre qué gentes estamos! ¡En qué ciudad vivimos! ¡Qué república tenemos! Aquí, aquí están entre nosotros, padres conscriptos, en este consejo, el más sagrado y augusto del orbe entero, los que meditan acabar conmigo y con todos vosotros, y con nuestra ciudad y con todo el mundo.
Además, os concedo a todos vosotros, el que nunca paguéis en Tortosa el impuesto llamado leuda, ni el portazgo, ni el tránsito [...] La primera regla, pues, que debe observarse en la ciudad de Tortosa, es esta: Cualquiera que fuere deudor de otro, y al llegar el vencimiento no quisiese pagar, después que el acreedor hubiere expuesto su queja a la Curia sobre esto, el deudor le pagará íntegramente lo que le deba, y después el deudor entregará a la misma Curia de sus bienes propios, tanto como importe la quinta parte de la deuda que hubiere pagado.
Aquel de vosotros que pidió la muerte para mí, que los dioses hagan de él para siempre un vivo y un muerto.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Diputados, las razones que me mueven a devolver a la Nación, y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional, haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores.
Escribidlas con las palabras que vosotros utilizaríais.
Esta es la oración que vosotros de ahí gritabais: “Trabajo”, “trabajo”, “trabajo”.
Por último, reflexionad en grupo y descubrid cómo se pueden vivir esos mismos valores en las actividades que vosotros realizáis habitualmente.
Si en tu casa no producís verduras ni huevos, tendréis que ir al mercado a comprarlos; si no os hacéis los muebles vosotros mismos, tendréis que ir a comprarlos; igualmente, tendréis que conectaros a una red eléctrica si no tenéis un generador.
También os doy los prados y los pastos, y la caza, para que poseáis todas estas cosas, vosotros, y todos vuestros sucesores después de vosotros [...].
Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que lo habéis oído a él y habéis sido adoctrinados en él, conforme a la verdad que hay en Jesús.
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