Asimismo, en el ámbito fi losó fi co español, le precedió el vitalismo de Unamuno, quien concibió la vida como un sentimiento íntimo y personal del ser humano concreto, y como un anhelo de inmortalidad que lo conduce a la lucha por sobrevivir.
Cabe a fi rmar que no se opuso a la razón, sino a los excesos del racionalismo; tampoco se opuso a la vida, sino al vitalismo irracionalista que reducía la vida a vida instintiva.
Con Schopenhauer vitalismo.
El idealismo alemán propuso que el espíritu es lo único real, mientras que para el materialismo marxista o el vitalismo irracionalista, todo se reduce a materia.
En el ámbito español, en sintonía con el vitalismo y el existencialismo, Miguel de Unamuno también abogó por el hombre concreto, «de carne y hueso».
Estas fueron el vitalismo irracionalista sustentado por Nietzsche, el historicismo de Dilthey y el existencialismo iniciado por Heidegger.
Frente a estas formas de vitalismo, el fi lósofo madrileño aseveró que la razón cumple una función imprescindible dentro de la vida, ya que permite comprenderla y decidir qué hacer con ella.
Ortega se opuso tanto al vitalismo irracionalista como a la razón pura universal, ajena a lo concreto y a la historia.
Ortega, de acuerdo con el vitalismo, rechazó la razón pura racionalista, porque es una razón abstracta que pretende analizar la realidad y desentrañar sus principios o elementos en una búsqueda de la identidad y la estabilidad.
Por este motivo, se opuso al vitalismo nietzscheano, que eliminaba el ser y el intelecto, poniendo en su lugar el puro devenir, la intuición y la voluntad.
Por otro lado, este autor también refutó el vitalismo irracionalista.
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