«Ser benéfico cuando se puede es un deber, y además hay algunas almas tan predispuestas a la compasión que incluso sin otro motivo de la vanidad o de la propia conveniencia, encuentran un placer interior en difundir alegría a su alrededor y pueden recrearse en la satisfacción de otros en tanto que es su obra.
Aunque no se pretenda ofender directamente a Dios, con él se da preferencia a una criatura (una cosa, la vanidad, etc.).
Es el medio entre los extremos de la pequeñez de ánimo y la vanidad que exagera el propio mérito.
Lo que sí podemos a fi rmar, según Rousseau, es que con la aparición de la historia y de la sociedad surgieron nuevas pasiones y necesidades, que arrastraron a los hombres hacia la vanidad, el lujo y la codicia.
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