A eso conduce la soberbia, es decir, no contar con Dios, tratar de ser como él o intentar sustituirlo.
A esta fidelidad se oponen las tentaciones que nos acometen del exterior (el afán de poder, la envidia...) y las que surgen de uno mismo (la soberbia, la desesperación...).
La visión de los personajes es realista y, al contrario de lo habitual en los retratos regios, sin concesiones a la idealización, plasmando la psicología de cada uno de ellos a través de gestos y actitudes que muestran sin rodeos su verdadera naturaleza: soberbia y altanera la de la reina María Luisa, en el centro y como figura dominante; débil y bondadosa la del rey; taimada la del futuro Fernando VII, a la izquierda.
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