Dado que el arte barroco se dirigía a los sentimientos del espectador para captarle, es lógico que se diera primacía al elemento sensitivo de la pintura (el color), sobre el intelectual (el dibujo).
Puede ser minucioso o poco detallado, esquemático, bien definido, impreciso, etc. El color, en cambio, es el elemento sensitivo, pues transmite ante todo sensaciones.
Todos los recursos pictóricos se ponen al servicio de la expresión de este sentimiento: absoluto predominio del color (elemento sensitivo) sobre un dibujo casi inexistente; colores irreales y violentos que definen en sus curvas la agitación de la naturaleza; uso dramático de la perspectiva; y deformación espectral de la figura en primer término.
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