A veces se habla de retórica o de dialéctica para hacer referencia al arte de la argumentación, no solo desde un punto de vista lógico, sino también desde la perspectiva de la persuasión.
Además de discursos y obras de retórica, Cicerón trató casi todos los géneros de la prosa.
Así, la retórica sería el arte de manipular a los otros y de dominarlos a través de la palabra.
Con las propuestas de Protágoras y Gorgias, la fi losofía renunciaba a buscar la verdad y se convertía en una mera estrategia retórica.
Destacaron por su dominio de la retórica y no por su amor a la verdad, pues consideraban que todo era relativo.
El sofista era admirado por sus conocimientos en retórica, que enseñaba en las ciudades griegas con unas tarifas muy elevadas.
En el siglo aC la educación superior se enriqueció con dos fundaciones: la Academia de Platón y la escuela de retórica de Isócrates, que rivalizaron entre sí.
En ella, la enseñanza giraba en torno a la retórica, con la esperanza de formar individuos selectos que fuesen capaces de controlar la Asamblea de los ciudadanos y, de esta manera, la elección de los estrategas que gobernaran la polis.
En este sentido, la retórica es el arte de comunicar la verdad sin imponerla.
En ocasiones, el término retórica tiene un sentido peyorativo.
En ocasiones, la retórica se ha entendido como el arte de la manipulación a través de la palabra.
La retórica puede, sin embargo, entenderse también en un sentido positivo, cuando va unida a la comunicación de la verdad.
La retórica se puede entender positivamente cuando va unida a la comunicación de la verdad, cuando se acompaña de respeto y tolerancia.
La retórica, sin embargo, puede entenderse en un sentido positivo.
Posidonio, alabando la cantidad y excelencia de los metales, no prescinde de su habitual retórica, sino que, poseído de un entusiasmo poético, se entrega a exageraciones.
Retórica y Poética.
Sin embargo, un número aún más reducido de jóvenes, de entre dieciséis y dieciocho años, cursaba estudios superiores en las escuelas de retórica .
Sin Dios, la moral se reduce a buenas intenciones y su contenido básico podrá cambiar según quién ejerza el poder o domine el arte de la retórica.
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