Con esta fi nalidad, se organizó el territorio mediante una adecuada red de comunicaciones, que unía los centros de producción con los puertos de exportación.
Conectar los conectores a los puertos correspondientes (el negro al común, el rojo al del voltaje/ o al de la intensidad correspondiente).
Desde los años cincuenta los puertos japoneses se habían abierto al comercio con Occidente, provocando en toda Europa una febril curiosidad por todo lo procedente de aquel lejano lugar.
Durante mucho tiempo se creyó que estaba dedicado a la Fortuna Viril, pero en realidad se trata de un santuario consagrado a Portunus, divinidad de los puertos, erigido junto al antiguo puerto fluvial de Roma, adonde llegaban las mercancías remontando el Tíber desde Ostia.
El transporte marítimo El transporte marítimo experimentó en el siglo xix profundas transformaciones, tanto en la mejora de los puertos, como en el desarrollo de la navegación, primero a vela y después a vapor.
Entre todos ellos sobresalían por su importancia en el siglo xix Barcelona y Bilbao, como puertos de los dos grandes focos industriales.
Hasta entonces las únicas tropas existentes eran las guardias de los virreyes y las reducidas guarniciones de los puertos y de algunas forti fi caciones.
Las praderas marinas son ecosistemas de gran valor ecológico que se degradan con facilidad debido, sobre todo, a la presión humana sobre el litoral (construcción de puertos, contaminación, regeneración artificial de las playas, etc.).
Los condicionamientos geográficos El transporte interior en la Península, tanto el terrestre como el fl uvial, se veía obstaculizado por unos condicionamientos geográ fi cos poco favorables : a La elevada meseta central está rodeada de cadenas montañosas (con escasos puertos naturales) que di fi cultan las comunicaciones entre la España interior y la periferia costera.
Los puertos permiten el in ter-cambio de mercancías de todo tipo y generan riqueza para el país.
Pero también era difícil por varias razones: a Los obstáculos naturales del territorio peninsular (rebordes montañosos de la meseta y escasez de puertos naturales de paso), que di fi cultaban las comunicaciones, sobre todo entre el interior del país y la periferia costera.
Quizás por eso la mayor parte del comercio marítimo se concentraba en tan solo siete puertos: Santander, Bilbao, Barcelona, Valencia, Málaga, Cádiz y Sevilla (único puerto fl uvial, ya que el Guadalquivir es navegable en el último tramo de su curso bajo).
Se ha tendido a proteger tipos de vegetación que son relativamente raros, por ejemplo, los hayedos en sierras como las de Ayllón, el Montseny y los puertos de Beseit, pero se debería hacer más esfuerzo para proteger ambientes que solamente se dan en regiones mediterráneas y que aquí nos parecen banales.
Sin embargo, a pesar del extenso perímetro costero español, las costas son en general poco recortadas, por lo que escasean los puertos naturales.
Su reinado fue un paréntesis de paz bien aprovechado para restaurar la potencia naval española y emprender la construcción de importantes obras públicas (puertos, canales, caminos).
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