Así pues, el prometedor ambiente de renovación intelectual con que se inició el siglo bajo el signo del humanismo se truncó a raíz del conflicto entre católicos y protestantes, y la centuria finalizó en un clima de control ideológico y estricta ortodoxia religiosa que repercutió directamente en todas las manifestaciones artísticas.
Así, mientras que Vitoria y Suárez buscaron un equilibro entre el poder —entendido como servicio— y la sociedad que este debía organizar, los protestantes tendieron a justi fi car la soberanía estatal de corte absolutista.
Convocado a instancias de Carlos I para resolver el problema de la división de la Iglesia entre católicos y protestantes, el Concilio de Trento prolongó sus sesiones durante tres ponti fi cados y casi veinte años.
El mensaje que se desprende es similar al del Baldaquino y constituye una toma de posición firme frente a los protestantes: la autoridad del Papa se sustenta en la tradición iniciada por San Pedro y consolidada por los Padres de la Iglesia, y en la sabiduría que recibe del Espíritu Santo.
En cambio, en los territorios protestantes, como Holanda, la pintura religiosa fue muy escasa y reducida por lo general a temas del Antiguo Testamento.
En ese nuevo ambiente ideológico, Carlos I se replegó hacia posiciones de defensa a ultranza de la ortodoxia católica y combatió a los protestantes en Alemania.
En sus comienzos fue la expresión, en el contexto de crisis general ya señalado, del espíritu religioso surgido tras el Concilio de Trento: retórico, emocional y proselitista, en una lucha declarada contra los protestantes.
Hasta hace algunos años, prácticamente la única confesión religiosa que había en España era la católica; ahora, en cambio, viven ortodoxos, protestantes, musulmanes, judíos, hinduistas y budistas, entre otros, aunque en una proporción mucho menor.
La doctrina del monje agustino in fl uyó en la filosofía moderna, ya que muchos de sus pensadores (Kant, Fichte, Hegel, etc.) fueron protestantes.
Pero después los príncipes protestantes obtuvieron el apoyo del rey francés y cambió la correlación de fuerzas.
Pero rápidamente se extendió por toda Europa, incluyendo los países protestantes, ya que tanto la Iglesia –en los territorios católicos– como los monarcas y príncipes –en sus respectivos Estados–, pretendían servirse del arte para imponerse al conjunto de la sociedad.
Pero, consciente de los graves problemas y sinsabores que le había ocasionado la persecución de los protestantes en Alemania, decidió liberar a su hijo de este foco de con fl ictos cediendo a su hermano Fernando las posesiones de Austria y, con ellas, los derechos a aspirar a la corona imperial alemana.
Por otra parte, en la Europa católica, además de la pintura al servicio de la exaltación del poder político, fueron frecuentes los temas de carácter religioso rechazados por los protestantes, en un afán combativo de reafirmarlos: la Inmaculada Concepción, la Eucaristía o las vidas de los santos, martirios sobre todo, por su fuerte impacto emocional.
Se han opuesto firmemente a la evolución diversos grupos protestantes de Estados Unidos (creacionistas).
Se les llamó protestantes a él y a sus seguidores, debido a las quejas y críticas que difundían en contra de los decretos imperiales, que pretendían sofocar las nuevas ideas.
Sin embargo, la escultura española mantuvo ciertos rasgos peculiares, entre los cuales habría que destacar los siguientes: El predominio absoluto de la temática religiosa, determinado por el poder de la Iglesia y la controversia entre católicos y protestantes, en la que España tuvo un papel destacado.
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