De ahí que, como veremos en el caso del fi lósofo G. Vattimo, el pensamiento posmoderno es un pensamiento «débil»: su función no es fundamentar, sino manifestar la caducidad y la contingencia constitutiva del ser.
El intelectual posmoderno se opone, por ello, no solo a la idea de Dios, sino también a la de razón o progreso.
La tarea del intelectual posmoderno es preparar a la humanidad para que asuma una nueva forma de vivir, es decir, una nueva sensibilidad.
No se trata, a fi rman los representantes del pensamiento posmoderno, de rechazar la ética, sino de crear una ética débil y mínima, más allá del deber, que permita un individualismo responsable.
Su obra ha tenido una repercusión importantísima, sobre todo, a partir del siglo xx, y está presente hasta el pensamiento posmoderno.
Toda metanarrativa es inverosímil para el pensamiento posmoderno.
Vattimo vincula, como Nietzsche, esta percepción de la debilidad del pensamiento posmoderno con el nihilismo, que sería la única actitud válida ante la fragilidad de lo real.
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