Al mismo tiempo, el auge de las ciencias empíricas hizo posible la difusión de una actitud positivista que relegó a la metafísica y redujo la realidad a los hechos sensibles.
De hecho, la pretensión positivista de convertir todo saber humano en saber cientí fi co, impulsó el nacimiento de la psicología como ciencia experimental de los fenómenos psíquicos.
El empirismo positivista limita el conocimiento a la constatación de hechos observables.
El neokantismo reaccionó contra el naturalismo positivista y el idealismo absoluto.
En un contexto positivista, marcado por la importancia de los hechos medibles y cuanti fi cables, la fenomenología recuperó la búsqueda clásica de verdades universales y necesarias que había caracterizado a la fi losofía desde sus inicios.
Fue común a las corrientes fi losó fi cas del momento, precisamente, la crítica a la fi losofía positivista y la búsqueda de unos valores universales que fundamentaran la dignidad humana.
Habermas propuso una teoría del conocimiento que superara la estrechez del planteamiento positivista y que hiciera posible combinar el carácter cientí fi co de la ciencia social con sus pretensiones críticas.
Hay que advertir que el pensamiento fi losó fi co de Hegel se oponía a la concepción positivista, que reducía la realidad a lo dado, a los hechos.
Husserl consideró que el método positivista, que se basaba en la primacía de los hechos, no era su fi ciente para explicar otros tipos de saber, como el de la lógica.
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