Acrisio se encontraba allí por casualidad, y Perseo le dio accidentalmente un golpe mortal con su jabalina.
Atenea, enemiga acérrima de la Medusa, ayudó a Perseo en todo momento: por ejemplo, le enseñó a distinguir a Medusa de las otras dos Gorgonas, Esteno y Euríale, que eran inmortales.
Busca en Internet o en otra fuente la imagen e información sobre el «Apolo de Belvedere» y sobre el «Perseo» de Canova.
Cuando Acrisio se enteró, encerró a su hija y al pequeño Perseo en un cofre de madera que lanzó al mar.
Cuando fue mayor, Perseo defendió a Dánae contra Polidectes, que había intentado obligarla a casarse con él.
Los llevó a casa de su hermano, el rey Polidectes, que educó a Perseo en su casa.
Para evitar tan terrible destino, Acrisio encerró a Dánae en una torre, pero a pesar de ello Zeus la poseyó bajo la forma de una lluvia de oro y Dánae tuvo un hijo, Perseo.
Perseo había ido a Larisa, donde se celebraban los juegos atléticos.
Perseo con la Medusa.
Perseo liberando a Andrómed a, de Joachim Wtewael.
Perseo luchó con el tirano y lo mató.
Perseo prometió a Polidectes que le regalaría la cabeza de la Medusa si se casaba con Hipodamia y no con su madre; Polidectes aceptó.
Perseo se detuvo cerca del palacio del titán Atlas, a quien castigó por su falta de hospitalidad: le enseñó la cabeza de la Gorgona y lo convirtió en montaña.
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