A partir de las consideraciones de Parménides, se plantea un interrogante: ¿cómo es posible a fi rmar la existencia de un único arjé sin prescindir de la multiplicidad que percibimos?
Además, de esta idea parecen depender todas las cualidades que percibimos en los cuerpos, como la dureza, el peso o el color.
Además, percibimos esos actos como queridos, de manera que sabemos que hubiéramos podido omitirlos o elegir otros distintos.
Afirma que percibimos objetos reales, pues las cosas se manifiestan a la conciencia tal y como son.
Así, el sentimiento de temor sería una impresión que se forma cuando percibimos la idea de un examen que necesitamos aprobar, por ejemplo.
Así, por ejemplo, cuando percibimos mucho frío y solidez, elaboramos la idea compleja de hielo.
Así, por ejemplo, sabemos que hemos de cumplir lo que prometemos, no porque nos venga mal que nos engañen, sino porque percibimos que esa fidelidad es una regla básica de las relaciones sociales.
Con el conocimiento sensible percibimos gran variedad de objetos individuales en el espacio y el tiempo, pero no los entendemos y no sabemos qué son porque carecen de unidad.
El autor de este cuadro parece preguntarnos: ¿hay algo real detrás de lo que percibimos?
El mundo material imita el mundo de las ideas, porque las cosas que percibimos con nuestros sentidos son copias de aquellas, menos perfectas, y sometidas al cambio y la pluralidad.
En definitiva, percibimos que somos alguien y no una mera cosa.
Estas reacciones, que surgen del encuentro de nuestras tendencias con la realidad que percibimos, constituyen lo que se denomina en psicología sentimientos y emociones.
Lo primero que percibimos al referirnos a la vida es que nada de lo que hacemos y de lo que nos pasa sería nuestra vida si no fuésemos conscientes de ello, es decir, si no nos diésemos cuenta de que interactuamos con el mundo.
Mediante el sentido del tacto percibimos la temperatura de los cuerpos.
Percibimos que en estos espléndidos edificios está de algún modo encerrada la fe de generaciones.
Percibimos todos los rayos luminosos que salen de A y B y se reflejan en el espejo, como si procedieran de A’ y B’, respectivamente.
Pero ¿cómo puede la dialéctica conducir al alma a conocer las ideas directamente, más allá del conocimiento sensible?, ¿de qué modo es posible llegar a conocer la idea de bondad si solo percibimos cosas buenas en el mundo sensible, pero nunca la Bondad en sí?
Sabiendo que las indicaciones cromáticas hacen referencia al color con que las percibimos, calcula las temperaturas aproximadas de sus respectivas superficies.
Según el filósofo escocés, la imaginación produce la idea de causalidad porque habitualmente percibimos juntos dos objetos y pensamos que siempre será así.
Si la transmisión de la luz fuese instantánea, podríamos observar la realidad del momento, pero como tarda en llegar lo que percibimos no es lo que sucede ahora, sino lo que sucedió en el pasado.
Sólo percibimos la energía interna de los cuerpos cuando se transforma o se transmite de un cuerpo a otro.
También se sabía que los cuerpos calientes no emiten únicamente en la frecuencia de la luz visible, sino que pueden irradiar otras longitudes de onda que no percibimos directamente debido a que no tenemos la sensibilidad adecuada.
Todo acto comunica-tivo requiere un significante (una realidad física que percibimos: una palabra o un gesto, por ejemplo) y un significado (el contenido o idea que ese significante transmite).
Todos percibimos objetos ante los que reaccionan nuestros instintos.
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