Al mismo tiempo, pensó que la finalidad de esa ciencia debía ser eminentemente práctica y que debía consistir en dotar al ser humano del dominio sobre la naturaleza para prolongar su vida y vivir en paz.
Al no ser el fi n último algo querido necesariamente por el ser humano, Ockham pensó —a diferencia de otros autores, como Aristóteles o Tomás de Aquino— que no es posible determinar la bondad o malicia de los actos libres en función de este fin último.
Alguien pensó que esa energía que se «tira» sin más se podría utilizar de algún modo, y la respuesta fue el coche híbrido, con dos motores: uno de gasolina y otro eléctrico.
De esta forma, mantuvo que solo son reales las cosas individuales, mientras que Aristóteles pensó que los individuos poseen una esencia universal.
Durante mucho tiempo se pensó que representaba simplemente el taller de hilanderas de la Real Fábrica de Tapices de Santa Isabel de Madrid, por lo que se consideró un cuadro de género.
El estado de naturaleza El fi lósofo ginebrino pensó que era imprescindible conocer la vida humana en el estado de naturaleza para abordar la situación del hombre de su tiempo.
El fi lósofo inglés pensó que la ley moral solo se puede conocer por la fe, ya que depende absolutamente de la voluntad divina.
En la Grecia antigua se pensó en utilizar una rueda de piedra para moler el grano, movida por otra rueda impulsada por un curso de agua.
En un primer momento, pensó en dejarlo todo e irse a Camboya, pero finalmente decidió que también desde España podía ser útil.
Filopón pensó que la causa del movimiento de un proyectil confería a este un «ímpetus» que movía desde dentro a ese objeto.
Heráclito de Éfeso (siglos VI V a. C.), ante el cambio constante que se manifiesta en la naturaleza, pensó que su verdadera realidad no podía encontrarse en el ser, sino en el movimiento o devenir.
Hume pensó que el hallazgo de estas leyes de asociación era su gran aportación a la teoría del conocimiento y las asemejó a las leyes descubiertas por Newton para la física.
Hume pensó que la ciencia que se ocupa del ser humano constituye el centro y el fundamento del resto de las ciencias.
Lewis pensó que los electrones compartidos por los átomos atraen los núcleos entre los que están situados y, por tanto, los mantienen unidos.
Lo hizo porque pensó que los juicios sintéticos a priori en esta ciencia dependían de que el espacio y el tiempo fuesen intuiciones a priori.
Maquiavelo pensó que la monarquía absoluta era necesaria para la creación o para el fortalecimiento del Estado cuando este se ha vuelto débil y decadente.
No fue refundida en la Edad Media porque se pensó, por error, que representaba a Constantino, el emperador que legalizó el cristianismo, y por ello fue salvada de la destrucción.
O sea, que si se pensó en dejar por escrito los derechos inalienables del hombre es porque ya había una gran experiencia acumulada de situaciones en las cuales no se habían respetado nada estos derechos.
Ockham pensó que el atributo divino más importante era la omnipotencia, tal y como se expresa en el primer artículo del Credo cristiano: «Creo en Dios Padre todopoderoso».
Pensó que este astro permanecía inmóvil en el centro del universo y que, alrededor suyo, giraban los planetas en órbitas circulares.
Pensó que así se podrían devolver al hombre, aumentadas en la medida de lo posible, la libertad y la igualdad que habían reinado en el estado de naturaleza.
Pensó que, para que la democracia funcionara, era necesario un determinado nivel de educación.
Rodin pensó denominarla el «Poeta» e identificarla con Dante, pero finalmente optó por que simbolizara al hombre pensante.
Rousseau pensó que ese contrato produce un cuerpo moral y colectivo, dotado de una voluntad general, que hace posible que la igualdad y la libertad de sus miembros se mantengan y potencien.
Rousseau pensó que esas di fi cultades se podían superar si se situaba el fundamento del orden social en un contrato entre individuos libres que crearan una agrupación social para lograr un doble objetivo: Proteger a las personas y sus bienes mediante la suma de fuerzas de todos los asociados; así, se lograría mantener la igualdad entre los individuos.
Sin embargo, a diferencia de su maestro, pensó que ambos aspectos de lo real no existen en mundos separados, sino que están juntos en el mundo corpóreo y cambiante en el que vivimos.
Sin embargo, aunque no tuvo dudas sobre lo que es políticamente bueno —todo lo que conduce a la conservación del Estado—, pensó que era muy difícil saber lo que es bueno en política en cada caso concreto.
Sin embargo, pensó que no se pueden predicar atributos positivos de la esencia divina.
Sin embargo, pese a estar convencido de esta situación, pensó que los seres humanos no podían prescindir de la sociedad, porque solo asociándose con sus semejantes eran capaces de solventar sus innumerables necesidades.
Tales pensó que el arjé o primer principio de todo es el agua.
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