¿Cómo podría olvidarme nunca del solemne misterio de aquellos bosques?
Al revés: misterio es aquello que no podemos acabar de sondear o recorrer.
Cada ser humano es un misterio para sí, hasta el punto de que quien se considera buen juez de sí mismo, suele acabar cayendo en la presunción.
Cuando se hizo mayor, y para aclarar el misterio de su nacimiento, Edipo fue a consultar al oráculo de Delfos, quien le aconsejó que no volviera a su país, bajo pena de matar a su padre y casarse con su madre.
El dolor es un misterio que no se puede comprender plenamente.
El fruto inmediato es que su mirada se vuelve penetrante y lo que hasta entonces, por efecto de la costumbre, parecía evidente y carente de secretos, se llena de misterio.
El ser es el misterio principal y solo es vivenciable.
En estas ocasiones descubrimos el misterio y la profundidad de la propia identidad.
Entre sus numerosas obras se pueden destacar El misterio cósmico y La nueva astronomía.
Es fácil observar que algunas producciones humanas atentan directamente contra ella —la violencia, la pornografía o las estructuras laborales injustas—. La cultura produce obras vinculadas con lo sagrado porque van dirigidas directamente al culto divino —una catedral y la liturgia que se desarrolla en ella— o porque nos ponen en relación directa con nuestro destino trascendente —por ejemplo, las Variaciones Goldberg de Bach—. Como recordó Juan Pablo II ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, «toda cultura es un esfuerzo de reflexión sobre el misterio del mundo y en particular del hombre: es un modo de expresar la dimensión trascendente de la vida humana».
Esto sucede especialmente con sus milagros y con el misterio de su muerte y resurrección.
La Iglesia es una institución diferente de cualquier otra institución humana; por una parte, es una realidad humana e histórica; por otra, es un misterio de fe y de Salvación.
La fi losofía, en cambio, se debate con el misterio, que es aquello que no está ante el sujeto, como los problemas, sino que es el sujeto el que está en él.
Por el sacramento del Matrimonio, los esposos cristianos quedan insertados tan real y verdaderamente en el misterio y en la Alianza de Cristo y su Iglesia, que el Señor se sirve de ellos para llevar a cabo su designio salvador.
Por eso, para san Agustín, el mal es, a veces, un misterio al que solo la fe puede dar respuesta.
Sin embargo, ante el misterio del sufrimiento, algunos proponen terminar con la vida del que padece mediante la eutanasia.
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