Ahora bien, cada ser humano vive constantemente situaciones que son nuevas para él y en ellas es donde debe saber aplicar esos principios o ley natural general (que habla siempre de normas o bienes universales: amar a Dios y al prójimo, no mentir, etcétera).
Con estas ideas, Maquiavelo no defendió, sin más, la inmoralidad, es decir, que sea bueno robar, mentir, etc., sino la indiferencia moral en el terreno político.
El éxito, por ejemplo, es un objetivo loable, pero, si para alcanzarlo incurrimos en una injusticia (mentir o perjudicar a otros), se convierte en un bien desordenado.
En uno de ellos concluyó que la mentira nunca sería moral, porque no podría valer como ley universal, ya que todos podemos mentir, pero nadie quiere que le mientan, es decir, ninguna persona considera que este tipo de conducta se pueda convertir en ley universal.
Para que la conciencia dictamine de este modo, es necesario que esté formada moralmente, aunque tiene un claro acceso natural a las reglas objetivas de la moral, que se conocen como ley natural (no se debe mentir, robar, maltratar a los padres, etcétera).
Por ejemplo, la mentira no significa solo ausencia de verdad, sino una acción intencionada de mentir.
Si se alega: «Debes ser veraz y no mentir nunca bajo ninguna circunstancia», no se está aceptando ninguna condición y, por tanto, se aplica a todos los seres humanos.
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