Esta tendencia, además de compartir con las demás los rasgos generales señalados para la pintura barroca, presentaba las siguientes peculiaridades: Los modelos de sus personajes, religiosos o mitológicos, eran tipos vulgares de la calle (golfillos, mendigos, hombres y mujeres de origen humilde), que en el cuadro se transformaban en ángeles, héroes, dioses o santos.
Muchos de ellos acababan engrosando el cada vez más numeroso colectivo de pícaros y mendigos, que constituían una imagen habitual del escenario urbano, re fl ejado perfectamente en la literatura y el arte de nuestro Siglo de Oro.
Pero es también un homenaje a sus fuentes de inspiración, en especial los maestros barrocos españoles, como Velázquez, a cuya pintura nos remiten la propia habitación, el cazador con sus perros y los mendigos.
Pero los que establecen una relación más directa de esta pintura con la corriente naturalista del Barroco son los borrachos de la mitad derecha, tipos populares que nos recuerdan a los mendigos que poblaban las calles de Madrid o Sevilla.
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