Asimismo, algunos movimientos del siglo xx quisieron hacer compatibles las tesis marxistas con otras corrientes.
El movimiento obrero, aunque dividido entre marxistas y anarquistas, se fortalecía numérica e ideológicamente y adquiría un protagonismo social creciente, en un proceso de lucha constante por la conquista de derechos y unas mejores condiciones de vida de los trabajadores.
En las sociedades marxistas, el partido y su líder se presentan como la encarnación de la voluntad general.
La fricción entre anarquistas y marxistas se debía a dos diferencias fundamentales: una de objetivos, ya que los anarquistas pretendían la abolición del Estado, y los marxistas su conquista por parte de los trabajadores; y otra de estrategia, pues los anarquistas, al contrario que los marxistas, rechazaban la creación de partidos obreros y la participación en el sistema político (elecciones, gobiernos, etc.), al que despreciaban por burgués.
Una de las manifestaciones más evidentes de este cambio fue el auge de publicaciones marxistas o sobre el marxismo –la fi losofía más odiada y perseguida por el régimen franquista–, que abarcaban todas las disciplinas: historia, economía, sociología, teoría política, fi losofía, moral, psicoanálisis, etc. Al mismo tiempo, el realismo social entraba en crisis y la literatura se adentraba en las corrientes europeas contemporáneas o en la búsqueda de nuevas formas de expresión .
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