Además, como es imposible que exista algo inexistente, «es necesario decir y pensar que el ente es» (Parménides, siglo V a. C.): la metafísica trata, así, de lo máximamente necesario.
Así como para los neoplatónicos todas las realidades se hallan uni fi cadas en el Uno, que es lo máximamente real, el de Cusa sostiene que en Dios convergen todas las diferencias y oposiciones que se presentan en los seres fi nitos.
De no ser así, esa idea ya no sería la del ser máximamente perfecto, ya que cualquier cosa que existiese en la realidad sería más perfecta que una idea existente solo en el entendimiento.
En consecuencia, debe haber algo que sea lo máximamente verdadero, bueno, etc. y, por tanto, el ser por excelencia, porque lo que es verdadero o bueno por excelencia, también es ente por excelencia.
En primer lugar, cuando el insensato oye al creyente decir que Dios es un ser mayor que el cual nada se puede pensar, conoce el signifi cado de lo que está escuchando y, por eso, tiene que admitir que existe en su intelecto una idea sobre el ser máximamente perfecto.
Est Esta segunda idea innata aparece con claridad y distinción en en mi espíritu, porque mi conocimiento de lo fi nito e impe perfecto solo es posible si poseo una idea de lo in fi nito y má máximamente perfecto con la que pueda comparar tal impe perfección.
Sin embargo, la razón tiende, de manera natural, a traspasar la barrera de la experiencia, buscando juicios máximamente universales que sean el fundamento de todos los demás, sin que ellos mismos necesiten un fundamento.
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