Hispania se convirtió en una diócesis de la prefectura de las Galias y quedó compuesta por siete provincias: cinco en la Península – Bética, Lusitania, Cartaginense, Gallaecia y Tarraconense –, una en el norte de África – Mauritania Tingitana – y otra que integraba a las islas Baleares – Baleárica –. Sin embargo, ni la reforma administrativa ni las llevadas a cabo en los ámbitos económico, social o militar consiguieron cambiar las tendencias apuntadas anteriormente (el declive de las ciudades, la ruralización de la economía y la polarización social).
La Lusitania, con capital en Emérita (Mérida), también imperial, pues incluía los pueblos escasamente romanizados del suroeste peninsular.
La otra rama de los vándalos (los silingos) y los alanos se repartieron entre la Bética, la Cartaginense y la Lusitania, pero no se tiene información histórica fi dedigna sobre lo que ocurrió con ellos después.
Lusitania: su capital era Emerita Augusta, la actual Galecia: se creó a partir de la Tarraconense y equivaMérida.
Mérida era la capital de la Lusitania; por su parte, la capital de la Tar- raconense era Tarraco, y la de la Bética, Hispalis, la actual Sevilla.
Mérida se convirtió en la capital de la Lusitania, una de las tres provincias en las que se dividió la Hispania romana en el siglo a. C. Con la llegada al poder de Trajano y Adriano, emperadores hispanos, la ciudad prosperó en distintos ámbitos.
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