El tema representado es una alegoría de la obra de los jesuitas, en la que aparece sobreiluminada la abreviatura del nombre de Jesús en griego (IHS), que la Iglesia occidental convirtió en sigla de Iesus Hominum Salvator (Jesús Salvador de los Hombres) y los jesuitas en emblema de su orden con el significado de Iesum Habemus Socium (a Jesús Tenemos por Compañero).
En la bóveda de la nave principal representó la apoteosis de San Ignacio y la labor de los jesuitas en el mundo, con espectaculares arquitecturas fingidas en perspectiva, que prolongan ilusoriamente las reales del edificio.
Esta estructura de fachada (dos cuerpos unidos por aletones, y el superior rematado por frontón) con el tiempo se convertiría en modelo de muchas iglesias barrocas, en especial las jesuitas.
Finalmente no hubo conciliación, sino ruptura de fi nitiva, y de Trento surgió también una reforma de la Iglesia católica en cuya orientación ideológica desempeñaron un gran papel algunos teólogos españoles, como los jesuitas Alfonso Salmerón y Diego Laínez o el dominico Melchor Cano.
Jesuitas, y allí empezaron a aquella tarea de horror, más digna de fieras que de hombres reunidos en sociedad.
La organización de los jesuitas se caracterizó por su estructura militar y su sentido de la disciplina.
Los centros de mayor calidad eran los que regentaban los jesuitas, para los hijos de la nobleza y de la burguesía.
Sin embargo, España no fue el primer país católico que expulsó a los jesuitas.
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