Aunque la escultura siguió un desarrollo a veces paralelo al de la pintura –algunos pintores fueron también escultores, como Picasso o Boccioni–, no siempre resulta fácil clasificarla dentro de los grandes «ismos» pictóricos, no solo por la dificultad que entrañaba adaptar sus postulados a la escultura, sino también porque los escultores, más aún que los pintores, modificaron continuamente su propio lenguaje.
El abanico de propuestas fue tan amplio y cambiante, que nos limitaremos a ofrecer una visión, necesariamente incompleta, de algunas de las principales vanguardias artísticas o «ismos», sin olvidar que en este periodo, más que en ningún otro anterior, cada artista era independiente y con frecuencia solo se vinculaba al grupo o tendencia en su planteamiento más general, sin renunciar a su propio lenguaje artístico.
Hay que abandonar, según estos fi lósofos, el racionalismo, el humanismo y todos los «ismos», que son mitos o leyendas, inaceptables en el momento actual.
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