Además de este ámbito, para Platón existe otro tipo de realidad, un mundo inteligible, que va más allá de lo que perciben nuestros sentidos y que está constituido por ideas, realidades inmateriales e inmutables que solo se pueden conocer mediante la razón y que posibilitan un saber universal y permanente.
Además, la tesis de que, mediante la luz divina, el hombre tiene acceso en su interior a las verdades inmutables, suscitó en fi lósofos posteriores el establecimiento de un nuevo punto de partida del pensar: el yo frente a la «inseguridad» de la realidad exterior.
Aristóteles estimó que el movimiento es algo real, y no simple apariencia, pero, al mismo tiempo, no todo es devenir, pues existen unos principios inmutables, a los que denominó acto y potencia, que intervienen en el cambio: Por acto entendió la perfección que adquiere el sujeto que cambia; así, es el término y fi n del movimiento.
Como se ha indicado, las verdades eternas e inmutables no pueden provenir de nosotros mismos; solo pueden tener su origen en Dios, ya que solo él es eterno e invariable.
El ser humano, además, se debía ocupar solo de las realidades inmutables.
El universo se concibe como un perfecto mecanismo de relojería regido por leyes inmutables y extrínsecas a las cosas.
En el mundo sublunar reinan la fugacidad y el cambio, mientras que los seres celestes, que están más allá de la Luna, son eternos e inmutables, casi divinos.
En su diálogo de vejez, Las Leyes, sustituyó al reyfi lósofo por un cuerpo de magistrados que se controlan unos a otros y que se someten a unas leyes inmutables.
Es el grado supremo de saber racional (universal y necesario) que lleva a la contemplación de las ideas inmutables.
Esta participación trasciende el ámbito material, de manera que, cuando las cosas participan de las ideas, estas permanecen inmutables e idénticas a sí mismas.
Estos no admitían la existencia de un bien en sí ni de verdades inmutables, pues eran ellos quienes decidían sobre lo bueno y verdadero, y quienes lo imponían a los más débiles.
La defensa platónica de la existencia de criterios morales inmutables fue secundada por muchos, aunque también ha tenido detractores, especialmente en la época contemporánea.
No crean los valores, sino que se aferran al intelecto, que supuestamente suministra obligaciones universales e inmutables.
Platón entendió que las ideas son realidades en sí mismas, inmateriales e inmutables, que constituyen la esencia o forma de las cosas materiales y cambiantes.
Según él, por lo tanto, no existen verdades absolutas e inmutables, y nuestro conocimiento ha de limitarse a las metáforas originales.
Según san Agustín, las verdades inmutables —universales y necesarias— no se pueden encontrar en los datos sensibles, pues las realidades empíricas son cambiantes y contingentes.
Una vez que se ha señalado que las ideas son las esencias separadas de lo que existe en el mundo material, se pueden enumerar algunas de sus propiedades o características: las ideas son eternas, inmutables, únicas, inteligibles, perfectas, causas y modelos de lo sensible.
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