«Pues bien; convenid entonces que lo dicho sobre el Estado y su constitución política no son en absoluto castillos en el aire, sino cosas difíciles pero posibles de un modo que no es otro que el mencionado: cuando en el Estado lleguen a ser gobernantes los verdaderos filósofos, sean muchos o uno solo, que, desdeñando los honores actuales por tenerlos por indignos de hombres libres y de ningún valor, valoren más lo recto y los honores que de él provienen, considerando que lo justo es la cosa suprema y más necesaria, sirviendo y acrecentando la cual han de organizar su propio Estado».
Antígona, convencida de que la ley divina tenía que prevalecer sobre los decretos humanos, hizo los honores fúnebres correspondientes a su hermano.
Aquellos que sean gobernados por el alma irascible serán los amantes del poder y de los honores.
Despreciando, pues, los honores de la multitud y cultivando la verdad, intentaré ser lo mejor que pueda, mientras viva, y al morir cuando llegue la muerte.
Egipto lo acogió como liberador y le concedió honores divinos.
El pensador ateniense sostenía que todos los hombres desean las cosas buenas y la felicidad, pero con frecuencia sucede que no saben distinguir los bienes verdaderos de los bienes aparentes; muchas veces desconocen en qué consiste el bien y confunden el objeto de la verdadera felicidad con realidades imperfectas, como los placeres sensibles, las riquezas o los honores.
Los partidos, o los jefes de los partidos, codician honores, o riquezas, o imperio; pero ¿qué puede apetecer en el mundo un Rey cristiano, sino el bien de su pueblo?
Zeus las invitó al Olimpo, prometiéndoles todo tipo de honores y pidiéndoles que hicieran que la tierra fuera fructífera de nuevo.
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