Franco, además de ser el jefe del Estado, asumió la presidencia del gobierno, cuya composición re fl ejaba el abanico ideológico de las fuerzas que habían apoyado la sublevación: las carteras se repartían entre monárquicos, conservadores católicos, tradicionalistas, falangistas y militares .
La jerarquía eclesiástica, los militares y los falangistas trataron de imponer una concepción de la vida basada en la intolerancia religiosa, la disciplina militar y la virilidad .
Los falangistas El número e in fl uencia de los falangistas había crecido espectacularmente durante la guerra.
No obstante, se fomentó –sobre todo hasta los años cincuenta– una cultura o fi cial, liderada casi en exclusiva por intelectuales católicos y falangistas .
Por otra parte, los altos cargos sindicales estaban controlados por falangistas, con un sistema de designación que iba de arriba abajo: Franco nombraba al delegado nacional y este, a su vez, a los cargos nacionales más importantes.
Sin embargo, tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial de las potencias fascistas, Franco se fue distanciando de los planteamientos totalitarios de los falangistas.
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