Ahora analizaremos los «resortes» del ser humano que, desde su interior, lo lanzan a la búsqueda del saber: el asombro, la duda y la conmoción existencial.
De ahí que la comprensión hermenéutica adquiera, en el pensamiento de este autor, una relevancia existencial.
Hablamos, entonces, de conmoción existencial.
La comprensión adquiere, de este modo, un valor existencial.
La conmoción existencial La costumbre y una vida absorbida por metas inmediatas y pragmáticas pueden sumirnos en una especie de anestesia en la que no cabe el asombro ni, por tanto, los interrogantes.
La falta de sentido es la causa de un mal característico de nuestra época, que llena las consultas de los psicólogos de personas con la vida aparentemente resuelta: el vacío existencial.
Para él, la fi losofía se preocupa por la verdad existencial y comprometedora.
Que la hermenéutica posea valor existencial signi fi ca, por tanto, que es una experiencia humana universal.
Se puede hablar de un modelo de belleza existencial: la vida de los santos tiene mucho de realización hermosa, en la medida en que, al parecerse a Jesucristo, realizan en sí mismos la plenitud de lo humano (comportamiento ético, espíritu de servicio, donación a los demás…).
Si el ser se manifi esta en el ser humano o ser ahí, entonces, la re fl exión fi losó fi ca se constituye como una analítica existencial.
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