El hombre selecto es aquel que destaca, es exigente consigo mismo, es noble, tiene un proyecto vital y asume responsabilidades.
En ellos, con frecuencia, se da esa llamativa hermandad entre la tarea intelectual exigente y la santidad de vida.
La marcha es una prueba muy exigente en la que la resistencia, la coordinación y la agilidad tienen un papel muy importante.
Negar una parte de esta Revelación —porque resulta exigente o difícil de cumplir— equivaldría a decir que Dios se ha equivocado o que no nos podemos fiar de él (por ejemplo, afirmar que nadie puede cumplir lo que Dios pide supone ignorar que, con su ayuda, todo es posible).
Parece un ideal muy exigente, pero también resulta atractivo.
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