«Recibir la Eucaristía significa adorar al que recibimos.
El momento elegido es la institución de la Eucaristía, menos dramático que el de la denuncia de un traidor, representado por Leonardo en su pintura sobre el mismo tema.
La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida del cristiano y de la Iglesia.
La religión católica posee una realidad maravillosa en la Eucaristía.
Los católicos creen en la presencia real: la Eucaristía no es un recuerdo o una imagen del Señor, sino que en ella está verdaderamente presente Jesús resucitado.
Los cristianos acudían a estos recogidos lugares para rendir culto a sus difuntos, en especial a los mártires allí enterrados, y en ocasiones para celebrar diversos actos religiosos, como la eucaristía.
Los medios sobrenaturales principales son la oración, el sacrificio, la recepción de los sacramentos —especialmente, la Eucaristía y la Confesión— y la devoción a la Santísima Virgen María.
No se refiere a su obra o a su mensaje, sino a sí mismo: a la persona que tenían sus oyentes delante y a la que tenemos nosotros ahora presente en la Eucaristía.
Por otra parte, en la Europa católica, además de la pintura al servicio de la exaltación del poder político, fueron frecuentes los temas de carácter religioso rechazados por los protestantes, en un afán combativo de reafirmarlos: la Inmaculada Concepción, la Eucaristía o las vidas de los santos, martirios sobre todo, por su fuerte impacto emocional.
Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con él.
También fue el camino para el encuentro con Dios, con Jesús en la Eucaristía.
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