Además de los rasgos ya señalados como propios de la pintura etrusca, en esta en particular sorprende la desproporción de las manos, con la que tal vez el artista pretendió enfatizar la habilidad del músico.
De la etrusca, su realismo.
Durante la monarquía Roma fue gobernada por siete reyes, pertenecientes a dos dinastías: la latina (los cuatro primeros) y la etrusca (los tres últimos).
El arte romano no es una imitación ni una continuación del arte griego, sino que es la suma de este más la influencia del arte del Asia Menor y de la tradición etrusca.
En efecto, la arquitectura romana asumió tanto la herencia etrusca como la griega, pero las adaptó a sus propias necesidades y alcanzó un nivel de perfección desconocido hasta entonces.
La cella en algunos casos estaba dividida en tres cámaras con accesos independientes, si el templo, según la tradición etrusca, estaba consagrado a una tríada de dioses.
La pitón reticulada es uno de los vertebrados más largos, y la musaraña etrusca, uno de los más pequeños.
Los récords de grandes dimensiones: Por otra parte, los récords de tamaños minúsculos son: La musaraña etrusca es, probablemente, el mamífero más pequeño.
Orden toscano Orden compuesto Respecto a las características técnicas y formales, la arquitectura romana se distanció igualmente de los modelos griegos: Se optó con preferencia por el sistema constructivo abovedado –empleo de arcos y bóvedas–, según la tradición etrusca y en contraposición con el sistema arquitrabado griego.
Pero una vez más el interés de los romanos por lo concreto y real generó un arte original en dos aspectos: El gusto por el paisaje y los motivos naturales, de tradición etrusca, pero ajeno al arte griego.
Pero, igual que en arquitectura, la influencia etrusca fue también determinante.
Siglos después, Roma, heredera en gran medida de la cultura etrusca, inició su extraordinario proceso de expansión, por el que llegó a dominar todo el ámbito mediterráneo, incluidos los territorios helenísticos.
También muestra influencia etrusca, manifestada especialmente en el realismo, que coexistió con la tendencia a la idealización, propia del arte griego.
Un rasgo peculiar de la civilización etrusca fue su creencia en la vida de ultratumba, que justificó un arte funerario con manifestaciones en todos los ámbitos: arquitectura (necrópolis), escultura (sarcófagos) y pintura (frescos de las tumbas).
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