Como se ha indicado, las verdades eternas e inmutables no pueden provenir de nosotros mismos; solo pueden tener su origen en Dios, ya que solo él es eterno e invariable.
En ese proceso de interiorización es donde se descubren las verdades eternas.
En su búsqueda de tal criterio, el pensador escocés aplicó el método experimental y concluyó que ni la idea de Dios, ni las verdades eternas, ni unas supuestas normas universales constituyen la regla para discernir entre la virtud y el vicio.
Para Agustín, las verdades eternas son el objeto de la sabiduría, la cual es el conocimiento que hace comprender la esencia de las cosas y que conduce, desde la propia interioridad, al conocimiento de Dios.
Por las ideas o verdades eternas que encontramos en nuestra mente.
Sabiduría: según san Agustín, es el conocimiento racional superior que tiene por objeto las verdades eternas, universales y necesarias.
San Agustín explica su teoría de la iluminación señalando que, así como el Sol ilumina las cosas corpóreas, Dios es el Sol que da luz a nuestra inteligencia para que capte las verdades eternas.
Una vez que se ha señalado que las ideas son las esencias separadas de lo que existe en el mundo material, se pueden enumerar algunas de sus propiedades o características: las ideas son eternas, inmutables, únicas, inteligibles, perfectas, causas y modelos de lo sensible.
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