¿Quién digo yo que eres tú, Señor?
No lo digo con ánimo de desprecio, pero fíjate bien.
Pero yo os digo: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».
Sin embargo, puesto que las proposiciones son sinónimas, el argumento no aporta ninguna evidencia de que yo diga siempre la verdad, al margen de la suposición de que siempre digo la verdad.
Y, si no puedo evitar que me los cuenten, no me río o digo que no me ha hecho ninguna gracia».
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