Así, las palabras no sirven para conocer lo real —inexistente, según Gorgias—, pero sí para convencer sobre cualquier opinión.
El maestro (rethor) les enseñaba el arte de hablar en público y de convencer.
En otras ocasiones, nos dejamos arrastrar por razonamientos sofísticos o prejuicios que aceptamos sin sentido crítico ante la presión externa (falacias que buscan convencer, pero que no pretenden alcanzar la verdad).
Esta exigía dos tácticas distintas: una para convencer a los grupos que pretendían la continuidad del régimen de la necesidad de la reforma; otra, para las fuerzas políticas de la entonces llamada oposición para convencerles también de que la reforma abriría los caminos de la libertad que ellos demandaban.
La oratoria Adquirió mucha importancia en Atenas con el nacimiento de la democracia, ya que había que saber convencer a las asambleas populares para defender los puntos de vista propios.
Los sofistas entendieron por virtud la capacidad de hablar bien y convencer.
Por eso, se cali fi caron a sí mismos maestros de virtud (areté) ; entendieron la virtud como la capacidad de hablar bien y convencer.
Se fijó en los datos que había recopilado y los utilizó para intentar convencer a sus colegas.
Se trata de una forma de expresión en la que el orador transmite unos contenidos de forma adecuada para producir el efecto deseado: informar, convencer o deleitar.
Seguramente intentaría convencer a sus compañeros de que lo que han visto desde siempre no es real, sino sombras de la verdadera realidad.
Sirviéndose de argumentos materialistas, pretende convencer al taxista para que adopte una postura relativista ante el bien y el mal.
Un cardenal es enviado para convencer a los misioneros, el padre Gabriel y Rodrigo Mendoza, de que abandonen la misión y la pongan en manos de los portugueses.
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