«Raúl Oreste, tras una vida de libertinaje, fue condenado a nueve años de prisión.
Advirtió que todo intento de demostrar este principio estaba condenado al fracaso, ya que era evidente que la realidad tiene una existencia independiente del sujeto.
El condenado que, redimida ya su pena, exclama «¡soy libre!» mientras atraviesa el umbral de la prisión, nos transmite una experiencia distinta del asceta que, recluido en su monasterio, pronuncia esas mismas palabras.
El ser humano, condenado a ser libre.
La condición de esclavo se tenía de nacimiento –por ser hijo de una esclava–, o se podía adquirir por varias circunstancias: caer prisionero de guerra, ser condenado a esclavitud por los tribunales, ser vendido por el padre o, incluso, por autoventa –por ejemplo, para saldar una deuda que no se había podido pagar.
La Iglesia católica nunca ha condenado el evolucionismo.
La reacción del gobierno consistió en la suspensión de algunos periódicos de derechas –como el ABC –, la supresión de ciertos altos cargos –como la Dirección General de la Guardia Civil–, la disolución del tercio de la Guardia Civil que se había sublevado, la expropiación de tierras a miembros de la aristocracia terrateniente implicados y, por último, el procesamiento del general Sanjurjo, que fue condenado a pena de muerte, aunque en un gesto de benevolencia se le conmutó por la de cadena perpetua.
Sin embargo, la diferencia entre Lutero y Erasmo se puso de manifiesto con el tema de la libertad humana: mientras que el de Rotterdam defendía que, a pesar del pecado, el hombre contaba con capacidad para orientarse hacia el bien, Lutero pensaba que estaba totalmente condenado al mal y que solo la gracia podía apartarle de él.
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