Como consecuencia de ello, emergió una rica burguesía, de religión protestante, que constituyó la principal clientela de un activo mercado artístico.
En las prósperas ciudades flamencas la burguesía se convirtió en una clientela habitual de los pintores, a los que encargaba retratos o trípticos religiosos destinados a sus oratorios y casas particulares, lo que explica su pequeño formato.
No obstante, el estilo gótico, denominado «a lo moderno» en el lenguaje de la época, se mantuvo hasta bien entrado el siglo, en respuesta a la demanda de una clientela conservadora, mientras se iban introduciendo poco a poco algunos elementos renacentistas («a lo romano» o «a la antigua»), fundamentalmente decorativos.
Su temática, como en escultura, fue casi exclusivamente religiosa, debido a su clientela eclesiástica.
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