Al cabo de los años, los dos jóvenes se enamoraron, pero la pareja hubo de superar un montón de obstáculos antes de poderse casar.
Allí se encontró con que unos cuantos pretendientes se querían casar con su esposa, Penélope, para arrebatarle el trono.
Así, entre los cántabros es el hombre quien dota a la mujer, y son las mujeres las que heredan y las que se preocupan de casar a sus hermanos; esto constituye una especie de «matriarcado», régimen que no es ciertamente civilizado.
El hombre se solía casar cuando tenía unos treinta años, y la mujer, cuando tenía aproximadamente dieciséis.
Igualmente, la mujer que se quedaba viuda se tenía que casar con el hombre que le hubiera indicado su marido, su hijo mayor o su padre.
Las muchachas que no tenían hermanos masculinos se tenían que casar con el pariente más cercano por línea paterna.
Tras la muerte de Edipo, sus hijas volvieron a Tebas, donde el rey Creonte, su tío, había prometido casar a Antígona con Hemón.
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