En ella se aprecian varios de los elementos decorativos característicos del Gótico flamígero: las múltiples tracerías en forma de llamas distribuidas por toda la fachada, y en especial las del gablete de la portada central y las del gran ventanal superior; y la superposición de arcos de diferente tipo en cada una de las tres portadas (carpaneles, conopiales, apuntados y de nuevo conopiales).
Este se caracteriza por la profusión decorativa propia del Gótico final, pero se distingue en que a los elementos propios del periodo flamígero (bóvedas estrelladas, arcos carpaneles y conopiales) añade algunos específicos, como los escudos y otros motivos heráldicos, así como las bandas epigráficas de clara inspiración islámica (en la siguiente unidad se verá cómo un tipo de decoración característico del arte islámico son las inscripciones caligráficas).
Su característica esencial es una decoración profusa y cada vez más complicada, que llega a encubrir la estructura del edificio: artificiosas tracerías en los vanos, arcos de formas novedosas (carpaneles o conopiales) y bóvedas con profusión de nervios (bóvedas estrelladas).
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