A punto de morir, César descubrió entre sus asesinos a Bruto, a quien apreciaba como a un hijo, y pronunció la célebre frase: «¿Tú también, hijo mío?».
Con motivo de la caída de Roma, Agustín escribió su célebre obra La ciudad de Dios .
De ahí que uno de los grandes lemas de Sócrates sea el célebre «conócete a ti mismo».
El oráculo de Delfos, que permitía preguntar al dios Apolo, fue el más célebre de la Antigüedad.
En su célebre Ética a Nicómaco, afirma que la actividad humana más perfecta es la theoria, es decir, la contemplación de la verdad.
La vida y sus atributos La célebre a fi rmación de Ortega, «yo soy yo y mi circunstancia», es una descripción certera de la vida como realidad radical.
Rodin, consciente de su talento, quiso convertirle en su ayudante, oferta que rechazó con un célebre comentario: «no pueden crecer árboles a la sombra de un roble».
Se ha hecho célebre su frase: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional».
Siendo parlamentario durante la República, pronunció su célebre conferencia «Recti fi cación de la República» y se distanció, así, del curso revolucionario que tomaban los acontecimientos.
Su ciudad más célebre es Numancia.
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