El arquitecto real Juan Gómez de Mora fue la fi gura más representativa, y a él se debieron varias construcciones en Madrid, como la primitiva Plaza Mayor –véase imagen superior–, la Cárcel de Corte (actual Ministerio de Asuntos Exteriores) o el Ayuntamiento.
Es el caso de quien está preso en la cárcel, de quien carece de libertad de movimientos.
Este totalitarismo vació las iglesias sin amenazar con la cárcel.
Los aragoneses consideraron esto como una intromisión de la monarquía y una violación de los fueros y privilegios de Aragón, por lo que el pueblo se amotinó e impidió el traslado de Antonio Pérez a la cárcel inquisitorial.
Pero, precisamente, la conciencia de esta limitación manifiesta que nuestra corporalidad no es un peso en sí misma, sino todo lo contrario: es algo que nos permite realizar y manifestar el yo que somos: bailando, escalando una montaña, pintando, hablando, abrazando, etc. El cuerpo no es una cárcel —como pensaba Platón—, pues nos permite relacionarnos e interactuar con el mundo y con los demás…, es decir, ser nosotros mismos.
Por eso, los espiritualistas ignoran el cuerpo y, si lo tienen presente, es para considerarlo como una cárcel para la mente o psique humanas.
Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.
Siguiendo la opinión de los pitagóricos, Platón consideró que el cuerpo es como una cárcel para el alma, de la que desea salir para vivir junto a las ideas.
Un elemento común a los totalitarismos ha sido su intento de eliminar toda huella de Dios: combatieron creencias religiosas, llevaron a los creyentes a la cárcel y al martirio, cerraron o quemaron iglesias y templos.
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