Admiraba a los grandes pintores barrocos, como Rubens, Rembrandt o Velázquez.
En esta obra, por tanto, se aprecia con claridad el definitivo abandono de la sobriedad de influencia escurialense, propia de la primera mitad de la centuria, y el avance hacia una ornamentación y dinamismo genuinamente barrocos.
En este marco destacaron dos grandes pintores barrocos, cuya obra se proyectó mucho más allá de Venecia: Tiepolo y Canaletto.
Estuvo en Italia, donde admiró la obra de Miguel Ángel y los pintores barrocos, y en Londres, donde retrató la miseria resultante de una industrialización deshumanizada, anticipándose con ello al Realismo.
Pero es también un homenaje a sus fuentes de inspiración, en especial los maestros barrocos españoles, como Velázquez, a cuya pintura nos remiten la propia habitación, el cazador con sus perros y los mendigos.
Sin embargo, empleó, como Gericault o Delacroix en la pintura, ciertos recursos barrocos (el agitado movimiento, la composición abigarrada con acentuados entrantes y salientes, la expresividad de los rostros y los gestos) para exponer su visión romántica del tema, que recuerda a «La Libertad guiando al pueblo», de Delacroix, con sus protagonistas anónimos y el tono de exaltación patriótica.
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