Además de las funciones anteriores, se define por el conocimiento sensible, el apetito sensible y la capacidad locomotriz.
Añade el conocimiento intelectual y el apetito racional humano, que cuenta con una sola alma capaz de llevar a cabo todas las funciones vitales.
Así, toda acción humana supone, por parte del intelecto, un acto de deliberación sobre los medios más convenientes para alcanzar aquel bien y, tras este, el acto de elección, donde ha de intervenir activamente el apetito racional o voluntad.
Después de saciar el apetito de bebida y de comida, los muchachos colmaron crateras de bebida, que repartieron entre todos tras ofrendar las primicias en copas.
En cuanto a los apetitos o tendencias, Aristóteles a fi rmó que tenemos en común con los animales el apetito sensible, que nos hace tender hacia aquello que los sentidos presentan como agradable y rechazar lo que aparece como desagradable.
En el siglo XXI este tipo de energías debería alcanzar un papel de protagonista si se quiere luchar contra el cambio climático sin rebajar el apetito energético de nuestra sociedad.
Las virtudes morales son las que mueven al ser humano a la excelencia en relación con las inclinaciones de los apetitos sensibles y del apetito racional o voluntad.
Por encima del apetito sensible se encuentra el apetito racional o voluntad, exclusivo del ser humano, que es la tendencia que mueve hacia el bien captado por el intelecto.
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