Aunque el amo tenía cualquier derecho sobre el esclavo, incluyendo el de apalearlo y matarlo, la opinión popular censuraba a los amos demasiado severos.
Desarrollaron una importante actividad mercantil y se convirtieron en los amos del Mediterráneo en los siglos a aC. La aportación fenicia más importante fue el alfabeto.
Ello, junto con el hecho de que eran unas diez veces superiores en número a sus amos, comportó el estallido de revueltas frecuentes.
En alguna ocasión se condenó a amos excesivamente crueles.
Jurídicamente, los libertos, a pesar de ser libres, eran ciudadanos incompletos, ya que continuaban ligados como clientes a la familia de sus antiguos amos y no tenían derechos políticos.
Los amos, en general, no los maltrataban para no causar daño a su propiedad.
Poco después, un edicto de Nerón, posiblemente redactado a petición de Séneca, que durante toda su vida reivindicó para los esclavos la dignidad de hombres, ordenaba al prefecto de la ciudad que atendiera e instruyera las causas en que los esclavos se quejaran de la injusticia de sus amos.
Por descontado, todo lo que se ha expuesto se refiere en exclusiva a las mujeres libres, ya que las esclavas, como los hombres de esa misma condición, estaban sometidas por completo a la voluntad de sus amos.
Por desgracia, siempre hay personas que no tienen inconveniente en perjudicar a los demás con tal de obtener algún beneficio: sin una ley y sin una autoridad que la aplique, los delincuentes serían los amos de la sociedad.
También se intercambiaban los papeles entre los esclavos y sus amos.
Tampoco podían tener bienes propios, y los amos ejercían sobre sus eslavos un poder absoluto que les permitía incluso matarlos.
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