El dolor ajeno nos invita a dar gracias por lo que tenemos (pues, del mismo modo, podríamos no tenerlo) y a procurar consolar a quien lo sufre.
El gusto por la representación de elementos vegetales, ajeno a la tradición griega.
En segundo lugar, la justicia manda que nadie se apodere de lo ajeno ni sea desposeído de lo propio.
Estos acontecimientos condujeron a los pensadores racionalistas a buscar un «Dios fi losó fi co», al margen de la fe, que fuese ajeno a las disputas religiosas.
La justicia (diké) consiste «en hacer lo que corresponde a cada uno de modo adecuado» y en «que cada uno no se apodere de lo ajeno ni sea privado de lo propio».
Los doctores de la política y los facultativos de cabecera estudiarán, sin duda, el mal; discurrirán sobre sus orígenes, su clasificación y sus remedios; pero el más ajeno a la ciencia que preste alguna atención a asuntos públicos observa este singular estado de España: dondequiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso.
No es cierto que nos movamos solo por egoísmo, puesto que también existe la simpatía, que nos induce a sentir agrado ante la felicidad de otros o dolor por el sufrimiento ajeno.
Pero el rasgo más peculiar de esta obra es que desprende un sentimiento de vaciedad e incomunicación, completamente ajeno al desinterés del Impresionismo por la transmisión de mensajes.
Pero una vez más el interés de los romanos por lo concreto y real generó un arte original en dos aspectos: El gusto por el paisaje y los motivos naturales, de tradición etrusca, pero ajeno al arte griego.
Platón no fue ajeno a estos intereses y destacó la importancia de educar a los ciudadanos con objeto de prepararlos para la actividad política.
Sus principios éticos insisten en hacer el bien y evitar la mentira, las acciones sexuales deshonestas, la frivolidad y el deseo de lo ajeno.
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