Aceptó, a diferencia de aquel, que entre los placeres existía una diferencia cualitativa, no meramente cuantitativa.
En cuanto a el origen del alma, a fi rmó que Dios crea cada alma humana individualmente y que no preexiste al cuerpo, en contra de la tesis platónica; tampoco aceptó que sea engendrada por los padres (traducianismo), ya que algo espiritual no puede proceder de lo material.
Este aceptó una nueva Constitución, que limitaba considerablemente los poderes del rey.
Este valor fue el que aceptó Ptolomeo en la Edad Media para hacer sus cálculos.
Finalmente Maura presentó su dimisión, convencido de que sería rechazada, pero el rey la aceptó y mandó formar nuevo gobierno al Partido Liberal.
Kepler Kepler aceptó las nuevas teorías de Copérnico por la sencillez con la que explicaban el universo, de acuerdo con una estructura matemática.
La mayoría aceptó el bautismo, pero sin convicción, y siguió practicando la religión islámica de forma más o menos encubierta.
La ninfa lo aceptó a regañadientes y dejó que Ulises se marchara en una balsa.
Los bandos en conflicto La Guerra de la Independencia fue fundamentalmente una guerra de liberación contra un invasor extranjero, pero también una guerra civil, ya que un importante sector de la población española aceptó y respetó la legitimidad de José I Bonaparte.
Ockham, siguiendo esta postura, no aceptó los argumentos racionales sobre la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, etcétera.
Perseo prometió a Polidectes que le regalaría la cabeza de la Medusa si se casaba con Hipodamia y no con su madre; Polidectes aceptó.
Platón no aceptó ningún sistema político concreto, sino que se planteó la búsqueda de la organización social perfecta —modelo para todas las polis—, que aproximara a los hombres al bien y a la justicia.
Sin embargo, no aceptó la la realidad misma, con sus variacio ción es describir nuestro modo de pensar la realidad sensible.
También Hobbes había sostenido la existencia de una pasión innata natural, pero el fi lósofo ginebrino no aceptó el carácter violento que aquel le atribuyó.
Tomás de Aquino aceptó la distinción aristotélica entre virtudes intelectuales y morales: Las virtudes intelectuales son aquellas que potencian las operaciones del entendimiento teórico o práctico: arte, prudencia, ciencia, etcétera.
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