Cada una de las concepciones éticas eudemonistas pone el acento en una de las tres clases de bien: el utilitarismo, en el bien útil; el hedonismo, en el bien deleitable; y el estoicismo y aristotelismo, en el bien racional u honesto.
En el plano cultural, el positivismo filosófico de Comte y los avances científicos pusieron el acento en los hechos reales y verificables como únicas fuentes válidas del conocimiento.
Los empiristas, a su vez, ponían el acento —acertadamente, según Kant— en que el conocimiento humano se debe atener a la experiencia.
Los racionalistas ponían el acento en la razón como fuente de conocimiento, mientras que los empiristas situaban su origen solo en los sentidos.
No extraña, por tanto, que se haya comparado a estas obras con jaulas de piedra o cajas de vidrio, según se ponga el acento en la estrechez de los tramos de muro o en el predominio de las vidrieras.
Otras corrientes que pusieron el acento en uno u otro de los extremos del dualismo.
Respecto al ser humano, los averroístas habían presentado un intelecto separado y los agustinianos habían puesto el acento en la iluminación de Dios, restando poder a las facultades intelectuales del hombre.
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