Dibujo y color La pintura del clasicismo romano continuó la tradición florentina del Quattrocento, en la que se concedía una gran importancia a la precisión del dibujo, como elemento intelectual de la pintura y definidor de las ideas a través de las formas.
En su estilo resulta evidente la influencia italiana, tanto la sienesa de Duccio (figuras alargadas, de idealizada belleza, actitudes delicadas y expresiones dulces), como la florentina de Giotto (corporeidad de las figuras e interés por la representación espacial, paisajística o arquitectónica).
Los rasgos peculiares de la pintura veneciana guardan una estrecha relación con la especial imagen de luz y color que la propia ciudad ofrecía: El color prima sobre el dibujo, lo que produce una pintura más sensitiva que intelectual, a diferencia de la florentina o romana, más interesadas por las líneas bien definidas.
Pero desde el siglo este panorama empezó a cambiar a partir de dos escuelas principales, la sienesa y la florentina, que alcanzaron en la centuria siguiente ( Trecento o siglo ) su pleno desarrollo: La escuela florentina tuvo su mejor representante en Giotto, uno de los grandes pintores de la historia universal, que superó el carácter lineal y plano de la pintura precedente para dotar a sus composiciones de volumen y profundidad mediante una aplicación natural de la luz y el color (modelado).
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