A ello hay que añadir, como especialmente significativo del Partenón, los refinamientos arquitectónicos, en sus cuatro lados, encaminados a corregir las aberraciones ópticas de la percepción humana: se curva hacia arriba en dirección al centro, tanto en la base como en el entablamento; las columnas se ensanchan hacia los dos tercios de su altura (éntasis) y se inclinan ligeramente hacia el interior.
Así se distinguen propiedades mecánicas, como dureza, tenacidad, fragilidad, maleabilidad, elasticidad y plasticidad; propiedades eléctricas, como la conductividad o la superconductividad; y propiedades ópticas, como la transparencia o la opacidad.
En función de lo que quieras construir, el objeto requerirá unas propiedades (térmicas, ópticas, mecánicas, eléctricas, etc.) para cumplir correctamente con sus funciones.
Esta vez no se trata de materiales estructurales, sino de materiales funcionales, y su utilidad reside no tanto en sus propiedades mecánicas como en sus propiedades químicas, magnéticas, ópticas o electrónicas.
Sus dimensiones son algo mayores que las habituales de los templos dóricos (octástilo, en vez de hexástilo) y sus constructores aplicaron sofisticadas correcciones ópticas para contrarrestar la percepción por el ojo de falsas deformaciones que produciría un edificio de tal tamaño.
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